La Iglesia acaba de confesar que se apropió indebidamente de casi un millar de bienes por obra y gracia de una reforma legislativa impulsada por Aznar, pero la derecha católica, apostólica y romana dirá que es un asunto menor que se salda con tres padres nuestros y cuatro avemarías

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Esther Palomera, El Diario, 25 de enero de 2022
En mormón, musulmán o cristiano, apropiarse de lo ajeno significa robar. En el Código Penal, sustraer para sí algo que no es propiedad de uno es castigado con multa y hasta con pena de prisión. Luego, si se ha usado la fuerza o la intimidación para ello, la condena puede aumentar. La Iglesia acaba de confesar ante el Gobierno de España que ha robado casi un millar de bienes que inmatriculó entre 1998 y 2015 por obra y gracia no de su señor, sino de una reforma legislativa impulsada por José María Aznar. Y, según la información ya oficial de la que se dispone, sacó además tajada de ello porque vendió al menos 122 viviendas y fincas que puso a su nombre indebidamente y siete lugares dedicados al culto.
Lo ha reconocido en una nota conjunta de la Conferencia Episcopal y el Ministerio de Presidencia. Por escrito nada menos. No en román paladino, claro, sino que eufemísticamente declara que inmatriculó un conjunto de bienes que “considera que pertenecen a un tercero o no le consta su titularidad sobre el mismo”. Es decir, que se apropió de ellos a sabiendas de que eran de un particular o que como no conocía la propiedad, se los quedó para sí.
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