¿La nula disposición de la cúpula clerical hispánica para aclarar los abusos está vinculada a su poder?
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Cándido Marquesán, El Periódico de Aragón, 6 de febrero de 2022
España es un país extraño, un tanto peculiar. Es un país excepcional. En esta España nuestra existen algunas instituciones intocables. No se te ocurra criticarlas, porque corres el peligro de ser acusado de antipatriota, o incluso, de ser denunciado. Me refiero al Altar, el Trono, el Sable, la Toga y el Dinero. Tales instituciones muy ensambladas se autoprotegen. Nuestra historia muestra que todas ellas han supuesto un gran obstáculo para el progreso del país. Así calificó el historiador Juan Pro el retorno de Fernando VII en 1814: «la opción de mantener a los Borbones demostró ser un suicidio político para cuantos luchaban por las libertades y por un estado representativo». La Iglesia católica calificó como «cruzada nacional» al golpe militar» –uno de los primeros prelados en hacerlo fue Rigoberto Doménech, arzobispo de Zaragoza– y apoyó incondicionalmente a la dictadura; y ya en democracia se opuso al divorcio, al aborto, al matrimonio homosexual y la eutanasia; y no ha criticado las acciones ejemplares del Emérito o los chats de jubilados del Ejército, que hablaban de fusilar a 26 millones de españoles, además de instar a un golpe militar.
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