La sala de mandos de la Iglesia contra los abusos sexuales

febrero 13, 2022

La Congregación para la Doctrina de la Fe, órgano vaticano encargado de supervisar y revisar los procesos de abusos a menores, afronta un periodo de cambios crucial para controlar las investigaciones mundiales. El ‘sistema del silencio’ salpica al prefecto de Doctrina de la Fe, el español Luis Ladaria

El Papa Francisco en el Vaticano en 2018 / FRANCO ORIGLIA (GETTY IMAGES)

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Daniel Verdú, El País, 13 de febrero de 2022

En el viejo Palacio del Santo Oficio, antigua sala de mandos donde la Inquisición juzgaba y castigaba los pecados de herejes de todo pelaje ―todavía se conservan algunos de los artilugios para la tortura y un viejo calabozo―, tiene hoy sus oficinas la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF). Este organismo era hasta ahora el más importante jerárquicamente de la Santa Sede, tanto que en 1965 fue conocido como La Suprema y su prefecto era el propio Pontífice. Pero la reforma de la Curia que tiene en mente el papa Francisco ―que pondría en primer lugar el nuevo gran ministerio de Evangelización― y un lento proceso de reestructuración, la sitúan ahora mismo en un momento de cambio particular. Justo cuando la investigación de los abusos a menores por parte del clero está adquiriendo más relevancia en todo el mundo y se necesitará una respuesta más dinámica desde Roma. Un momento en que la CDF deberá decidir si potencia su naturaleza de tribunal o su vertiente teológica.

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¡No son 1.000, son 100.000!

febrero 13, 2022

Varias ciudades de nuestro país, Gijón incluida, se concentrarán el día 16 para exigir información suficiente de todas las inmatriculaciones, la recuperación de los bienes inmatriculados y la defensa del patrimonio público.

Santa Cristina de Lena / Foto Blanca G. Aonso

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13 de febrero de 2022

El año pasado, el 16 de febrero, el Gobierno presentó el listado de 34.976 inmatriculaciones realizadas por la Iglesia católica entre 1998 y 2015. La presentación del listado fue un éxito sin paliativos de las organizaciones ciudadanas, que llevan denunciando desde hace casi 15 años la privatización masiva de fincas e inmuebles.

Sin embargo, el listado enviado era confuso e incompleto:

No incluía las inmatriculaciones realizadas antes de 1998, sólo las realizadas desde esa fecha

El listado no permitía identificar los bienes inmatriculados.
De hecho la CEE ha publicado una relación de unos 1.000 bienes que reconoce “pudieran no ser suyos” -17 de ellos en Asturias-. Resulta curioso que sea la propia CEE, con la aquiscencia del gobierno, la que pretenda determinar cuáles son los bienes indebidamente inmatriculados. Nosotros seguimos diciendo que no son 1.000 sino 100.000 los bienes que están cuestionados.

Y, desde luego, contradice los compromisos asumidos por el Gobierno. En la investidura se prometieron modificaciones legislativas que permitieran la recuperación ¿Dónde están?

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Años de sotanas

febrero 13, 2022

Introducir en una mente infantil la idea de la eternidad y del infierno es una perversión que ahora nos parece imperdonable, pero que antes formaba parte de la educación cotidiana

MADRID, ESPAÑA – MAYO DE 1959: Interior del recién inaugurado Instituto Juan de la Cierva en el barrio madrileño de Acacias. En la imagen: Un religioso bendice las aulas del instituto / Archivo Europa Press

Antonio Muñoz Molina, El País, 13 de febrero de 2022

Quien no conoció aquellos tiempos no puede imaginar el poder que los curas ejercían sobre las vidas de casi todo el mundo, mayor cuanto más indefensas estaban las personas sometidas a ellos. Los abusos sexuales eran la consecuencia extrema de un permanente abuso político y social, una atmósfera irrespirable de tiranía eclesiástica. Cuando yo era niño se nos enseñaba que si veíamos a un cura por la calle había que acercarse respetuosamente a él y besarle la mano. Las sotanas de los curas eran tan omnipresentes en los actos oficiales como las camisas azules, los uniformes militares, los correajes y los tricornios de la Guardia Civil. Desde que teníamos seis años debíamos asistir a la catequesis obligatoria, que nos preparaba para la Primera Comunión. A los siete años ya se nos adoctrinaba sobre el pecado, el remordimiento, la culpa, el castigo sin fin de los condenados al infierno.

En las paredes de algunas iglesias había cuadros ennegrecidos en los que se veía a los réprobos ardiendo entre las llamas. Un recurso clásico del padre catequista era encender una cerilla o una vela y pedirte que acercaras un dedo a ella: lo apartabas, claro, al instante, y él afablemente se recreaba en comparar ese dolor tan breve, que sin embargo no habías podido soportar, y la duración eterna y literal que tendría si por tus pecados te condenabas para siempre.

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