Hace casi 2.000 años, san Pablo escribió los tres únicos fragmentos del Nuevo Testamento donde la homosexualidad se condena de forma expresa. Tales interpretaciones del apóstol, que no conoció directamente a Jesús de Nazaret, completaron la visión cristiana del mundo, donde la forma intolerante de concebir la sexualidad se configuró entre sus principales valores.

Foto Macarena Amores García
David González Martín, El Salto, 30 de junio de 2021
Hace casi 2.000 años, san Pablo escribió los tres únicos fragmentos del Nuevo Testamento donde la homosexualidad se condena de forma expresa. Tales interpretaciones del apóstol, que no conoció directamente a Jesús de Nazaret, completaron la visión cristiana del mundo, donde la forma intolerante de concebir la sexualidad se configuró entre sus principales valores.
La LGTB-fobia existe hoy como una lacra heredada de esa religión, contra la que todavía luchan movimientos sociales, activistas y aliados. No obstante —y a pesar de la Inquisición, de las terapias de conversión y de cualquier atrocidad cometida en nombre de Dios—, insistir en que existe un conflicto entre personas LGTB+ y católicos, como si se trataran estos dos de grupos herméticos donde se es de uno u otro, resulta, cuanto menos, reduccionista.
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