A cada paso que se da en la dirección de un Estado desligado de la tutela moral de la Iglesia, esta responde, en voz de sus obispos, con los mayores exabruptos que uno pueda imaginar

Contrainformación
Contrainformación, 27 de marzo de 2021
Hacia mediados de los setenta del siglo pasado, la dictadura franquista estaba dando sus últimos coletazos. Francisco Frano, quien fuera “Caudillo de España por la gracia de Dios”, lema que aparecía en las monedas que empezaron a circular en nuestro país a partir de 1946, se encontraba gravemente enfermo, por lo que su fallecimiento acontecería el 20 de noviembre de 1975.
Ante las numerosas movilizaciones populares que se daban contra la dictadura, era necesario empezar el desmantelamiento de un régimen en el que, entre otras cosas, la fusión del Estado con la Iglesia era total, dado que la religión católica era la oficial, con todos los privilegios que ello implicaba, dado que se había convertido en el sostén ideológico y moral de la dictadura.
La construcción de un Estado democrático se hacía inevitable, ya que la pervivencia del régimen franquista era rechazada por una parte muy importante de la sociedad española. En la nueva Constitución española, aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978, en su artículo 16, se declaraba el Estado como aconfesional.
Pero desmontar todos los privilegios acumulados por parte de la Iglesia católica no iba a ser nada fácil, puesto que se buscó un añadido al final de la redacción del artículo en el que se decía “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica”.
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