En 2001 el 70% de los enlaces se celebraban ‘por la Iglesia’, mientras que el año pasado el porcentaje descendió al 20%

Ceremonia en la catedral de Toledo / EFE
Jesús Bastante, El Diario, 23 de junio de 2020
A finales de junio, diócesis como Plasencia o Valencia serán las primeras en comenzar a celebrar comuniones, bautizos y bodas en los templos católicos, ceremonias que se han visto frenadas por el impacto del coronavirus. Y, salvo algunas colas en lugares ‘de moda’ (Los Jerónimos en Madrid, y muchas de las basílicas en Sevilla, además de las catedrales de Burgos, Ávila o León), lo cierto es que el retorno de los ritos sacramentales no tendrán la afluencia de otros años. ¿La razón? No sólo la COVID–19, sino el hecho de que la sociedad española, en la práctica, ha dejado de ser católica.
Más allá de lo formal –casi dos tercios de los españoles se declaran católicos, y más de tres cuartas partes han sido bautizados–, la práctica religiosa y sacramental en nuestro país ha vivido un brusco descenso en los últimos años. Un descenso que se convierte en auténtico desplome cuando cruzamos los datos de bodas, bautizos o comuniones, las grandes celebraciones que históricamente han llenado los 23.000 templos católicos de nuestro país.
Incluso el Papa Francisco ha animado, en más de una ocasión, a volver a una Iglesia de pequeñas comunidades, sabiéndose –al menos en Europa– en clara minoría respecto a otras épocas en las que ser católico era parte consustancial del Viejo Continente.
Mientras se escuchan los exabruptos de más de un cardenal y varios obispos (Reig, Munilla, Cañizares, Sanz…), lo cierto es que la Iglesia española sigue estando en los niveles más bajos de aceptación social, aunque su peso sociopolítico sigue siendo muy fuerte en un país que apuesta por la laicidad.
Los datos del CIS de hace un año resultaban tajantes: por primera vez, los no creyentes se situaban por encima de los católicos practicantes. Así, aunque dos de cada tres españoles se declaran católicos, apenas el 22,7% acuden a misa o se confiesan. Los agnósticos o no creyentes suman el 29%. Si sumamos al 2,3% de los que afirman pertenecer a otra religión, concluimos que tres de cada diez ciudadanos no quiere saber nada de la Iglesia católica.
“Si no cambia la cosa, sólo celebraremos funerales”
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