“Si no fuera porque la existencia de hazte oír mueve a preocupación por el manifiesto atraso de una parte de nuestra sociedad, sería para echarse a reír”

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Emilio Jurado, Nueva Tribuna, 20 de agosto de 2021
Soy consciente de que la organización ultracatólica conocida como hazte oír es promotora de actos incívicos como los de plantear demandas indiscriminadas contra todo aquello que asome a la mirilla de su escopeta moral. Amparada en recursos económicos prestados, dispone de tiempo, dinero y expertos legales suficientes para generar dolores de cabeza a cualquiera que disponga de una cabeza capacitada para algo más que humillarla ante las formas de la sacralización católica, vírgenes, hostias y el cristo que lo fundó.
También soy consciente de que han dado a luz una organización política aberrante que pendula entre la adoración al franquismo más rancio con el postureo tecnofascista conectado a Cambridge Analitycs. Hazte oír actúa como laboratorio de majaradas, desecha hallazgos defectuosos o sin gancho comercial, y cede a Vox aquello que puede convertirse o aprovecharse como parte de proclamas políticas.
Hazte oír es una especie de balsa de decantación de otras sectas ultracatólicas, opus, legionarios y caterva similar la utilizan como laxante para depurar parte del discurso marciano que se extiende entre las radicalizadas organizaciones. Funciona como válvula de escape de la presión a la que se someten los militantes integristas asfixiados por la atmósfera recalentada que se vive en esos espacios estrictos dedicados al cultivo del fanatismo, en los que la falta de contacto con el mundo exterior requiere de calderas de expansión. Hazte oír es el escaparate con el que se muestran un conjunto de organizaciones sectarias que carecen del don de la presencia pública más allá de sus templos y catequesis.
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