Para impartir clases de religión, de ser el caso, podrían emplearse las iglesias, conventos, mezquitas o sinagogas, tras asumir que las escuelas no se han concebido para adoctrinar. / Análisis

Un aula. / Andy Falconer en Unsplash
Gustavo Catalán, Mundiario, 5 de agosto de 2021
Tras una petición de la Comisión Islámica, la Consellería de Educación de Mallorca se propone durante el próximo curso impartir clases de esa religión en 2 ó 3 centros públicos de la isla, con un par de profesores, en la prueba inicial (el plan piloto), escogidos por esa misma comisión y bajo la premisa de que los ciudadanos musulmanes, si viven aquí, son también españoles de pleno derecho. Nada que objetar a esto último, pero sí a que se incluyan religiones, cualquiera de ellas, en los programas de enseñanza. Rechazo compartido por quienes defendemos que la pedagogía debe orientar hacia los caminos que persiguen la búsqueda y entendimiento de verdades, siquiera provisionales, mientras que abonar el conocimiento y apostar por la objetividad no parece compatible con la recreación de mitos.
En dicha línea, ni católica ni islámica y tampoco budismo, hinduismo u otras muchas, asumibles con igual argumentación que la expuesta por los de Alá.
Las creencias, máxime en un estado laico como reza (con perdón) la Constitución, no debieran sufragarse con fondos públicos. Por ser de carácter privado allá cada quién, pero parece razonable que sean excluidas de programas de aprendizaje con base en la razón, destinados a avanzar en el conocimiento y que por ello convendría obviasen el fomento de convicciones, ya que se sabe de antiguo que éstas son (Nietzsche) más enemigas de la verdad que las propias mentiras, y proclives a deformar los hechos mediante apriorismos indemostrables.
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