…Así es la Iglesia española. Puede perder terreno en la sociedad, pero no en la política. Ni en los círculos de poder. Y ha conseguido, siendo cada vez más prescindible para el pueblo, hacerse imprescindible para la Administración. Puede haber perdido la llave de las armas, pero tiene a buen recaudo las de las arcas y las aulas. Puede que España se haya secularizado, pero el Estado no.
Fotografía de Álvaro Minguito
Ángel Munárriz, LAU, 14 de diciembre de 2019
Crece en España la indiferencia ante Dios. La salvación pierde fuerza entre los anhelos íntimos de una población cada vez menos dispuesta a apencar sin rechistar en este valle de lágrimas a la espera de una incierta recompensa tras la muerte. Ni ofreciendo esperanza ni infundiendo miedo la religión es ya capaz de imponer su producto en un mercado ciertamente saturado de competidores civiles.
Los datos del CIS son inequívocos. Conviene no dejarse deslumbrar por el neón de ese todavía elevado porcentaje de españoles, un 68,7%, que se dicen católicos. En primer lugar, porque son casi 10 puntos menos que hace una década. Además, de esos católicos, un 56,2% no va «nunca» a misa (sin contar bodas, bautizos y comuniones). Los ateos, agnósticos y no creyentes suben con proyección exponencial: el 8,5% en 1980, el 9,8% en 1990, el 13,2% en 2000 y el 27% en 2018. En el caso de los jóvenes de 18 a 24 años, el porcentaje de no religiosos asciende al 48,9%. No hay relevo generacional.
¿Damos pues por amortizada, al menos por amenazada de extinción, a la vieja institución de la hostia y la cruz? Eh, no tan deprisa. Eso sería muy precipitado. Y no sólo porque existe en España una arraigada religiosidad popular, más cultural que espiritual, que es difícil de cuantificar pero que con toda seguridad incrementa la influencia de la Iglesia católica más allá de donde alcanzan los datos de filiación. También, y más importante aún, porque la Iglesia está compensando hábilmente –en la política, en las aulas, en el diseño mismo de la sociedad, en los círculos de poder– su retroceso en el púlpito.
Hoy la Iglesia, la misma Iglesia de los seminarios declinantes, es una institución decisiva en el modelo de funcionamiento del Estado social a través de su posición privilegiada en los ámbitos educativos, sanitario y caritativo. Hoy la Iglesia, la misma Iglesia incapaz de pastorear a un rebaño desorientado, mantiene un caudal de privilegios simbólicos, económicos, fiscales, patrimoniales, educativos y de presencia en el espacio público mayor incluso que a la salida de la Transición.
Adiós a Dios Read the rest of this entry »