Que una fiesta mundial, que celebra nada menos que la liberación de la mujer, no sea festivo y que sí lo sea la celebración de un dogma menor y malentendido de una confesión particular es realmente inexplicable.

Concentración feminista en Madrid / Olmo Calvo
José Luis Sesma Sánchez, El Diario, 13 de marzo de 2021
Hace tiempo que no entiendo cómo en un Estado no confesional sigue siendo festivo el 8 de diciembre para celebrar un dogma religioso, que por otra parte la inmensa mayoría de los católicos (hagan la prueba) ni siquiera entiende.
Porque el dogma de la Inmaculada Concepción, contra lo que casi todo el mundo piensa, no afirma que María fue virgen en todo momento (antes del parto y después del parto), sino que ella misma fue concebida sin pecado original.
Tiene su lógica que una mujer mortal que da a luz a Dios no pueda estar manchada por el mal. De ahí el dogma. Quizá ustedes no lo vean del todo lógico, pero el problema es que si estableces un punto de partida absurdo, a saber, que un Dios fuera del espacio, del tiempo y de la materia (y omnitodo) se haga carne, cualquier deducción –lógica- de esa afirmación nos llevará a una conclusión también probablemente absurda. La teología cristiana (que me fascina) está poblada de este tipo de complejos misterios. Muchos hombres –siempre son hombres- han dedicado su vida a ellos durante dieciocho siglos. Citando a Pinker diremos que en terrenos en los que la verificación no es posible hay un amplio margen para la creatividad.