Tres de cada diez víctimas menores son niñas, aunque los porcentajes se invierten en las víctimas adultas

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Alba Urrutia, Religión Digital / RTVE, 18 de abril de 2022
Mariví Martirikorena tenía 11 años cuando una monja “vendió” su cuerpo para que otra religiosa, la enfermera del colegio, lo utilizara. El horror duró un curso escolar completo, el que estuvo matriculada en las Ursulinas de Pamplona. “Mi cuerpo era su juguete, lo mismo me acariciaba o me reñía, que me hacía sentir mala y fea o no me sonreía. Era un juego de poder en el que yo era una cosa para utilizar”, nos cuenta.
“Mariví, víctima de abusos: “Mi cuerpo y mi mente lo que hicieron fue cerrarse a todo y negarlo (…) Con 11 años y esa educación no tenía capacidad de verbalizar”“
Mariví tardó muchos años en poner palabras a su historia porque al principio no recordaba lo que había pasado. Fue con una película, La mala educación de Pedro Almodóvar, con la que entendió que ella “había vivido algo parecido”. “Mi cuerpo y mi mente lo que hicieron fue cerrarse a todo y negarlo. Es como si no me hubiese pasado, pero por dentro sí me pasaba. Con 11 años y esa educación no tenía capacidad de verbalizar. A muchas mujeres lo que nos pasa es que lo que ahora sabemos que era un abuso y una violación en aquel momento era lo normal. Era normal que abusasen de ti y te hicieran sentir como un objeto. Y no pasaba nada, porque eras mujer”, recuerda.
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