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Enrique Javier Díez Gutiérrez, Público, 13 de noviembre de 2022
Frente al resurgimiento del nacionalcatolicismo o su impulso en las aulas como defiende el neofascismo, debemos abogar por una educación plenamente laica. La laicidad de las instituciones públicas es la mejor garantía de una educación sin dogmatismo y de una convivencia plural en la que todas las personas sean acogidas en igualdad de condiciones, sin privilegios ni discriminaciones. Tanto las católicas como las musulmanas, las ateas, las agnósticas o las protestantes, etc.
La actitud laica tiene dos componentes: libertad de conciencia y neutralidad del Estado en materia religiosa. Cada persona es libre de ser o no religiosa y de abrazar la religión que quiera, mientras que el Estado debe abstenerse y mantenerse al margen de estas creencias y prácticas personales. En este sentido, el laicismo busca separar esferas (el saber de la fe, la política de la religión, el Estado de las iglesias), para garantizar la libertad de conciencia y posibilitar la convivencia entre quienes no tienen las mismas convicciones.