El cristianismo era pura testosterona: un dios padre, un dios hijo, un espíritu santo que nunca se dijo en femenino
Martín Caparrós, El País, 5 de noviembre de 2022
Hubo un momento en que todo cambió. O, si acaso: hubo unos pocos, a lo largo de la larga historia, pero probablemente ninguno tuvo tantos efectos como ese. Fue —otro milagro de la mente— el descubrimiento de la concepción.
Durante millones de años aquellos casi hombres se maravillaron del poder de sus mujeres: era mágico que una hembra pudiera formar dentro de su cuerpo una criatura que, con el tiempo, se volvería otra hembra o, si no tenía suerte, un varoncito. Los hombres debían reconcomerse en sus rincones envidiando la fortuna de esas mujeres que sí sabían crear vida mientras que ellos solo podían destruirla. Por eso, dicen, adoraban diosas femeninas, diosas madre, la representación de ese poder. Y seguramente les habría gustado participar de algún modo de él, pero no había manera. De tanto en tanto, por supuesto, cuando les daba la calor, hembras y hombres se apareaban —primero en cuatro patas, como el resto de los animales; después, cuando se sintieron más protegidos, cara a cara, sin vigilar el entorno mientras tanto. Pero a nadie, por supuesto, se le había ocurrido la peregrina idea de que ese ejercicio —casi— placentero tuviera nada que ver con la procreación. Hasta que al fin lo descubrieron, y todo fue distinto.
Read the rest of this entry »