Resolución de Justicia (Del Ministerio de)

noviembre 27, 2022

Ángel Aznárez escribe a propósito de una sentencia judicial publicada en el BOE 27 de octubre de 2022 y su relación con la inmatriculaciones


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Ángel Aznárez, Religión Digital, 26 de noviembre de 2022

1.- Introducción

Hace quince años un sacerdote escribió: “En la Iglesia española tenemos una saturación de enunciados episcopales, pero nos falta la voz de los seglares, individual y colectivamente organizados, que desde sus saberes profesionales proyecten luz sobre las situaciones concretísimas a la vez que propongan soluciones que den cauce al deber y a la capacidad de los católicos”.  Y concluyó: “En España estamos ante una nueva época en la que los seglares asumen como propias la formación primero, la palabra a la vez y la acción después. De ellos son los imperativos, mientras que de la jerarquía son los principios”.

Esas palabras las escribió un clérigo teólogo, don Olegario González de Cardenal, en el diario ABC el 1 de octubre de 2007, bajo el título Principios e imperativos(1). Pueden seguir valiendo esos textos, aunque sin la radical separación entre los imperativos y los principios. Es normal que un disciplinado clérigo haga esa división; es normal que un laico coja la corneta y toque el Tararí.  

Pudiera ser, no obstante la advertencia del anterior párrafo, que el lector/lectora, a medida que vaya leyendo este artículo, piense que su autor tenga “fijación”, tal vez atrofia obsesiva, en el asunto de las desdichadas inmatriculaciones de inmuebles a favor de las iglesias diocesanas, esas que peregrinan, habiendo escrito repetidamente sobre aquéllas. Pudiera ocurrir que, acaso, alguien pensara en un laicismo acérrimo, fustigador de clérigos, por parte del articulista. Nada de nada. En cualquier caso, si lo anterior engendrase apariencias -asunto importante-, aquí estoy para destruirlas, desde mi irrenunciable condición de laico. 

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La “ruta de las ratas”: cómo el Vaticano ayudó a evacuar a los nazis de Europa

noviembre 27, 2022

En 1945 miles de nazis huyeron con la ayuda del Vaticano a través de la llamada “ruta de las ratas”, principalmente hacia Sudamérica

Berlín, recepción de Año Nuevo en la nueva Cancillería del Reich (Título original) / Autor: Desconocido , 12/01/1939. Fuente: Bundesarchiv Bild 183-H26878 CC-BY-SA 3.0 .
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Fuentes: Al Descubierto (José Mguel Gándar)/ El cajón de Grisom / DW

La “ratline” o «ruta de las ratas» fue creada por Alois Hudal, un obispo de origen austriaco y residente en Roma. En 1937 publicó un libro titulado Los fundamentos del nacionalsocialismo en el que Hudal no tenía reparos a la hora de elogiar a Adolf Hitler, lo que ya da una idea de los intereses, las ideas y las motivaciones de este personaje.

El camino de huida creado por este obispo será conocido como la “Operación Convento” o “Pasillo Vaticano”, en clara alusión a los clérigos católicos implicados en la misma. Su utilidad futura era clara: camino diseñado, organizado y puesto a disposición del régimen nazi de Adolf Hitler por los medios y altos cargos de la Santa Sede o Ciudad del Vaticano a modo de plan de evasión en caso de que la futura guerra total que se gestaba se torciera para el Tercer Reich y sus aliados. La ratline que organizó el obispo austríaco desde la sede del Vaticano fue la que permitió la fuga de varios de los prófugos de más alto perfil del nazismo, incluyendo a Eichmann, Mengele y Eduard Roschmann, el llamado “carnicero de Riga”.

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