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Joseba de la Torre, Noticias de Navarra, 9 de marzo de 2022
La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha reconocido ante el Gobierno que, entre 1998 y 2015, registró a su nombre al menos un millar de inmuebles que no le correspondían. Sin título ni certificado alguno. Al margen de los templos de culto (unos 34.000), el elemento más controvertido del fenómeno conocido popularmente como “las inmatriculaciones” recae sobre unos 14.000 bienes en forma de terrenos de labranza, bosques, prados, comunales y fincas urbanas que ayuntamientos, concejos y comunidades de vecinos tienen derecho a reclamar y del que se desconoce su valor de mercado. Algunas de estas propiedades han sido ya vendidas.
En realidad, estamos ante un problema que va más allá de una causa jurídica sobre los derechos de propiedad que dirimirán los tribunales. Toca resolver qué prácticas han sido legítimas y cuáles ilegitimas. Resulta básico indagar sobre los orígenes de este proceso y, así, despejar la incógnita de por qué los obispos españoles han estado tan obsesionados con jugar al Monopoly.
La Economía institucional, la Economía de la Empresa y la Historia Económica pueden ayudarnos a proporcionar una mirada diferente al proceso. Recurramos a Adam Smith. Sus ideas sobre la libertad de mercado le llevaron a condenar las medidas que intentan favorecer a un sector de la sociedad a expensas de los demás. En particular, el pensador escocés crítica duramente a los capitalistas y su inclinación al monopolio, es decir, los grupos económicos (y sociales) que consiguen privilegios del Estado sobre la base de fingir que representan amplios intereses de la sociedad.
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