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Luis Suárez-Carreño, Público, 19 de marzo de 2022
Lo de los abusos sexuales a menores en instituciones religiosas, en nuestro caso católicas, era otro de esos elefantes en la habitación de los que todo el mundo es perfectamente consciente pero que nadie menciona. En nuestro país, todo lo que tiene que ver con la Iglesia es generalmente tabú. En eso se parece a lo que atañe a la institución monárquica, otro elefante que abusaba de lo humano y lo divino, pero al que nadie veía. Son las rémoras franquistas con las que seguimos conviviendo: los privilegios de la iglesia católica y la institución monárquica son una herencia más de la dictadura que en la transición nos obligaron a tragar como el aceite de ricino a la infancia de la posguerra.
La preservación de instituciones irracionales e injustas, y profundamente antidemocráticas, como la monarquía o el Concordato (convenio del Estado español con el Vaticano de 1953, renovado mediante sucesivos acuerdos en los años 70), son parte del precio que la oligarquía y la derecha se cobraron a la muerte de Franco a cambio de aceptar la implantación de una democracia parlamentaria en nuestro país. Con esos privilegios eclesiales no se trataba únicamente de preservar prebendas de esa opaca y descomunal empresa-institución, se trataba de algo más importante: prolongar en lo posible el sometimiento ideológico de la sociedad mediante su aparato de valores y creencias.
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