Escribe Cristina González, catedrática emérita de la Universidad de California, Davis

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Cristina González, La Voz de Asturias, 11 de mayo de 2022
Desde que se conoció la filtración del borrador de la propuesta del juez del tribunal supremo de Estados Unidos Samuel Alito para invalidar la sentencia de 1973 conocida como Roe v. Wade, la cual estableció que el aborto era un derecho constitucional relacionado con el derecho a la intimidad y a la no interferencia del estado en la vida personal de los ciudadanos, han corrido ríos de tinta.
Lo que el juez conservador Alito propone, al parecer secundado por cuatro jueces conservadores, y con los otro cuatro jueces, uno conservador (el presidente del tribunal) y tres liberales, en contra, es dejar el aborto en manos de los estados, como lo estaba antes de 1973, cuando unos permitían el aborto y otros no, con los consiguientes trastornos para las mujeres que vivían en estados no permisivos, sobre todo para aquellas que carecían de tiempo o dinero para desplazarse a otros estados.
El proceso involutivo propuesto por el juez Alito y sus aliados es uno de los muchos ataques que está sufriendo la democracia americana por parte de los republicanos, que han abandonado toda pretensión de ser un partido político normal y se han convertido abiertamente en un movimiento autoritario racial y religioso, que aspira a imponer al resto de la ciudadanía las opiniones de una minoría supremacista blanca y cristiana ultraconservadora. Esta minoría parece pensar que el país le pertenece y debería doblegarse a sus deseos. Esto está sucediendo cuando el país es cada vez menos blanco y menos religioso. Esa minoría se siente insegura y quiere imponer su voluntad por la fuerza. Por todos estos problemas, Estados Unidos ya no puede considerarse una democracia plena. Esto está afectando la credibilidad del país y su percepción como un interlocutor fiable en el panorama internacional.
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