Por David Torres

El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, en una imagen de archivo / EUROPA PRESS
David Torres, Público, 20 de enero de 2022
No es que yo lea mucho los Evangelios, ni las Epístolas de San Pablo, ni siquiera el Apocalipsis, que es un texto alucinante, el primer libro de ciencia-ficción de la historia. A lo mejor por eso no recuerdo un solo pasaje donde Jesucristo censure la homosexualidad, el lesbianismo o la sodomía. Lo que sí recuerdo son varios versículos donde Jesucristo condena explícitamente la usura y la acumulación de riquezas, no sólo la dificultad de que un millonario entre en el reino de los cielos sino el ejemplo de pobreza que predicó punto por punto con su vida y que el Vaticano, el Opus Dei y la mayor parte de las órdenes religiosas católicas, salvo gloriosas excepciones, se han pasado por el forro de los cojones.
Es curioso que tantos y tan distinguidos altos cargos de la iglesia no paren de avisar en sus sermones y homilías sobre el peligro de las relaciones homosexuales (un tema al que, según los evangelistas, Jesucristo no dedicó ni un chiste) y no se acuerden ni por casualidad del asco que le daban a Jesucristo los ricos y del tratamiento a hostia limpia que propinó a los mercaderes del templo. Debe de ser que les resulta molesto acordarse cuando ellos mismos cobran entrada por visitar una catedral de ésas que lleva pagada tres o cuatro siglos y que debería formar parte del patrimonio cultural del Estado. Ya saben, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Creo que lo leí en algún sitio.
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