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Nazanín Armanian, Público, 6 de octubre de 2022
Decía Marx que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces, y Engels añadió “una vez como tragedia y otra, como farsa“. Llegado a Paris, cuna mundial del laicismo, un jomeini carente de sentido de “espacio-tiempo”, se disfrazó de Mahoma, profeta árabe del siglo VII, para convertir la sociedad iraní del siglo XX en el calco de la vida de las tribus beduinas semitas en la tierra hoy gobernado, sin apenas cambio, por un tal Mohammad Ben Salman. Al darse cuenta de la jugada de la historia, decidió realizar su sueño de trasladar a los iraníes a la era de aquel enviado de Dios: impuso su vestimenta, sus normas de convivencia, tradiciones y leyes (aplicando los “castigos” en esta misma vida, con la promesa de los premios en “la otra”), hasta su gastronomía, a un Irán desconcertado. A los críticos y opositores les llamó “infieles”, “incrédulos”, “apóstatas”, y con un toque de actualidad, “espías de Israel, de EEUU y de la URSS, etiquetando como “occidentalizadas” a las mujeres progresistas, para eliminarlas robando los métodos de la Inquisición Católica contra las “brujas”.
Así, Irán pone fin a su islam político
1. Desde 1989, fecha de la designación de Ali Jamenei (con la venia de Alá), como sucesor de Jomeini (llegado al poder con la venia de los G4), el nuevo caudillo del Totalitarismo Islámico (TI), ha intentado encarnar a Jomeini, convirtiéndose en el falso doble del farsante.
2. Diez días después del asesinato de Mahsa Amini por los Guardianes Islámicos (GI), el clérigo de 83 años, cuya mente se momificó en las Madrazas prehistóricas de Qom, volvió a vincular la lucha de clases de esta nación contra su régimen ultraderechistas neoliberal cubierta con una supraestructura medieval, con el “enemigo”, concepto que en el islam hace referencia a una amplia gama de críticos.
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