En nuestro entorno, la (in) “corrección política” llega al extremo de excluir del debate, y no digamos de la práctica, algo consustancial con una sociedad moderna y democrática como es la necesidad de separar la religión de las instituciones públicas. Algo que se “insinúa” en la Constitución española y se propugna desde el laicismo. Por ello desde Europa Laica seguimos recordando la necesidad de la laicidad como un pilar imprescindible a la hora de construir un Estado Democrático

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Antonio Pintor Álvarez, 13 de enero de 2022
(Artículo publicado en El bermejino el 28 de noviembre de 2021)
Uno de los obstáculos con los que nos encontramos es el desconocimiento y/o tergiversación intencionada, del significado de los términos y objetivos relacionados con la laicidad, que la asocian a estar en contra de lo religioso. Este mensaje formó parte de la propaganda del régimen teocrático que se impuso durante los cuarenta años de dictadura franquista. Recordemos que, según la narrativa de la época, “el caudillo Franco” llegó a la jefatura del Estado “por la gracia de Dios”, olvidando la guerra civil tras el golpe de estado contra el gobierno elegido democráticamente. En este tenebroso periodo de nuestra historia, la simbiosis Iglesia-Estado alcanzó tal intensidad que resultaba difícil discernir dónde terminaba una y empezaba otro.
Durante los más de cuarenta años en democracia, instituciones y representantes políticos de todos los colores, han soslayado esta cuestión y seguimos viviendo en un estado definido como aconfesional en la Constitución, pero que en la realidad es “criptoconfesional”, cuando no explícitamente clerical, ya que los tentáculos de la iglesia católica siguen penetrando en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el Estado, siendo frecuente la presencia de representantes públicos en manifestaciones religiosas de toda Índole en ostentación del cargo que ocupan.
Resultan lamentables hechos como el ocurrido recientemente en la población de Arahal, donde la corporación municipal aprueba que el centro de salud se denomine “Santísimo Cristo de la Esperanza”
Supongo que los habitantes de este municipio querrán que los profesionales del centro de salud los atiendan de acuerdo con los mejores conocimientos médicos disponibles y no que cuando acudan sean bendecidos o tratados con plegarias tal como sugiere su nombre.
Necesitamos una labor pedagógica, aclarando conceptos y demandando a los representantes en las instituciones que no solo se proclamen demócratas, sino que actúen como tales. Especialmente desde los ayuntamientos por su cercanía a la población.
Aunque en otros idiomas, como el francés, laicidad y laicismo se utilizan indistintamente por entender que son sinónimos, en nuestra lengua castellana, tan rica en matices, resulta conveniente hacer una distinción: Entendemos por laicidad un principio que establece la separación entre la sociedad civil y la religiosa. Se trataría de establecer un régimen social de convivencia, en el que las instituciones políticas estén legitimadas por la soberanía popular y no por elementos religiosos. Así, con “Laicidad del Estado”, entendemos la condición de emancipación, es decir, liberarse de la subordinación o dependencia del Estado de las organizaciones religiosas.
La tres pilares de la laicidad
Los tres pilares sobre los que descansa la laicidad son: 1– La libertad de conciencia. lo que significa que la religión es libre pero solo compromete a los creyentes, y el ateísmo es, igualmente, libre pero solo compromete a los ateos. 2– La igualdad de derechos, que impide todo privilegio público de la religión o del ateísmo. Se trata del valor ético consistente en “la igualdad ciudadana en el ámbito de lo público”, que intenta garantizar “el derecho a la diferencia sin diferencia de derechos”. 3– La Universalidad de la acción pública, es decir, sin discriminación de ningún tipo.
El laicismo evoca el movimiento histórico que reivindica la emancipación laica. Se trata de las ideas y las actuaciones orientadas a la consecución y defensa del Estado Laico, la laicidad de sus instituciones y la actuación consecuente de los cargos públicos en el ejercicio de sus funciones. Implica un posicionamiento político de exigencia al Estado democrático del cumplimiento de la laicidad, en el que se deberían situar todos los representantes políticos que se postulen como demócratas al margen de sus creencias religiosas o no. Por último, “laicista” hace referencia, o bien, a las personas partidarias del principio de la laicidad y del laicismo como movimiento para conseguirla, o al modelo de organización, en el que se aplican los principios de la laicidad en su estructura u organización.
Terminemos recordando lo que nos dice André Comte-Sponville en su Diccionario Filosófica “La laicidad nos permite vivir juntos, a pesar de nuestras diferencias de opinión y de creencia. Por eso es buena. Por eso es necesaria. No es lo contrario de la religión. Es, indisociablemente, lo contrario del clericalismo (que querría someter el Estado a la Iglesia) y del totalitarismo (que pretendería someter las Iglesias al Estado)”.
Antonio Pintor Álvarez es médico. Miembro de Córdoba Laica