Ahora imaginen que en la España franquista el Caudillo hubiera organizado unas elecciones presidenciales con la ayuda del Opus Dei y otras entidades del sistema en las que los candidatos sólo podrían ser hombres, leales, y católicos. Pues, en la RI, sólo los hombres pueden ser presidentes (art. 115 de la Constitución), y sólo los musulmanes, y de estos solo los chiitas, y de estos sólo los duodecimanos (que no los ismaelitas, por ejemplo), y entre ellos sólo los que tienen el certificado de lealtad absoluta hacia el Líder …

Un partidario del candidato presidencial iraní Ebrahim Raisi camina junto a sus carteles durante un mitin de campaña electoral en la capital, Teherán, el 10 de junio de 2021 / AFP
Nazanín Armanian, Público, 12 de junio de 2021
1. “Es posible que en el futuro no celebremos elecciones, pero la democracia religiosa y la república tendrá otras manifestaciones”, así adelantó el ayatolá Alí Jamenei, el líder de la República Islámica (RI) su intención de desmantelar uno de los pocos órganos “electos” de la teocracia en un discurso sobre las elecciones presidenciales del 16 de junio.
No pretende instaurar el sistema político del islam, el califato, sino el de su rama chiita en la que el poder (i) es propiedad de los descendientes de Mahoma, (ii) se transmite de forma hereditaria, y (iii) exclusivamente a los varones.
En realidad, en 1978, la República Islámica iba a llamarse Estado Islámico como proyecto vital del ayatolá Jomeini para recrear los años del gobierno de Mahoma en Arabia del siglo VI. Fue bajo la presión de su equipo que le acompañó desde París y los reclamos de los ciudadanos, hartos de miles de años de monarquías “designadas por los dioses”, lo que obligaron al ayatolá a aceptar la “república”, inventada por los “cristianos occidentales”, pero solo de cara a la galería. De hecho, introdujo en la Constitución el concepto de Velayat-e-Faqih (Tutela del jurista islámico), inexistente en el chiismo, que concentra en la persona del Caudillo -designada por una curia de chiitas duodecimanos- todas las facultades de un rey absolutista. Jomeini instaló su peculiar nacionalchiismo, apoyándose en dos instituciones: los Guardianes Islámicos, cuerpo militar formado por los hijos de bazaríes y jóvenes desclasados, y unos tribunales asombrosamente parecidos a la inquisición.
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