En la Iglesia, y fuera de ella, la mujer es mucho más importante que la liturgia, que el Derecho Canónico, y que los curas y los obispos

Imagen Leonard Beard
Antonio Aranillas, Religión Digital, 24 de junio de 2021
El monstruoso comportamiento del padre de las niñas Anna y Olivia, con la terrorífica y exclusiva intención de que su muerte y desaparición pudieran hacer infeliz a su madre durante toda su vida, reclama imponderable multitud de reflexiones de signo diverso. Desde mi condición de comentarista de la actualidad informativa ético- religiosa, me decido a redactar estas sugerencias:
Por fin, y casi mayoritariamente, la Iglesia católica aún en sus grados jerárquicos y en alguna que otra homilía o sermón, no se ha privado de condenar hechos tan luctuosos, con dolor y lágrimas, al igual que lo ha hecho, y lo sigue haciendo el pueblo, y no solo por el caso concreto de referencia, sino de tantos otros con idéntica relevancia, tal y como aparecen en los noticiarios de casi todos los días, con o sin previas denuncias de ellos, dado que estas significan poca cosa a la hora del hipotético descenso del números de mujeres sufridoras de los malos tratos.
“La maté porque era mía”, y “yo hago y haré con mis hijas lo que me parezca, porque para eso son mías”, son “argumentos” dramáticos que avalan y hasta en los que se apoyan quienes creen definir y justificar de alguna manera sus comportamientos. Eso no obstante, se trata de “argumentos” a los que será imprescindible buscarles su origen “educador”, aún cuando la tarea resulte extremadamente dolorosa y hasta aberrante, para explicar de alguna manera conductas tan irracionales, inhumanas y desnaturalizadas.
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