Por Luis Fernández González, presidente de Asturias Laica
Luis Fernández González
En una primera aproximación puede resultar atractiva la propuesta de Taylor y Maclure de definir la laicidad (“Laicidad y libertad de conciencia”.- C. Taylor y J. Maclure) como una modalidad de gobierno, destinada a permitir que los Estados respeten “por igual a individuos que tienen visiones del mundo y esquemas de valores diferentes”. Para ellos la laicidad “descansa en dos grandes principios morales, el de la igualdad de trato y el de la libertad de conciencia, así como en dos procedimientos que permiten la ejecución de estos principios, a saber, la separación entre las iglesias y el Estado y la neutralidad del Estado respecto a todas las religiones. Los procedimientos de la laicidad no son tan sólo medios contingentes que nos podemos ahorrar. Por el contrario, son disposiciones institucionales indispensables”.
(Esta propuesta estructura lo que ha dado en llamarse “laicidad abierta” o “laicidad liberal y pluralista”, que intenta dar un estatuto de equivalencia a todas las estructuras ideológicas de las conciencias, en oposición a la calificada por ellos como “laicidad rígida” o “laicidad republicana de Estado” -al asociarla al modelo originariamente francés- a la que acusan de pretender igualar en una “falsa neutralidad” a toda la ciudadanía.)
Es obvio que los procedimientos planteados por Taylor y Maclure son asumibles por muchas otras formas de entender la laicidad ya que constituyen un mecanismo imprescindible para romper una de las más fuertes coacciones que se ha ejercido sobre la conciencia individual: la imposición a la fuerza o el dominio social de una fe considerada como verdad absoluta (en estas batallas nació el laicismo). Read the rest of this entry »