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Ilya U. Topper, M´Sur, 26 de noviembre de 2023
La bomba que teme Israel no es la nuclear de Irán, dijimos el otro día. Es lo que llaman la bomba demográfica, la curva de nacimientos. Pero no la de los palestinos, ni la de los árabes, es decir los palestinos ciudadanos de Israel. Sino la de los judíos.
La expresión «bomba demográfica» se ha usado durante tiempo para hablar del riesgo de que el sector «árabe» israelí tenga más hijos que el judío y poco a poco vaya alcanzando la mayoría; algo lejano cuando partimos de un 20% en la actualidad, pero un peligro en el horizonte. Era falso. Como ocurre en todas las sociedades, a medida que la población árabe-israelí fue mejorando empleos e ingresos, su tasa de fertilidad ha ido bajando; actualmente está en los 2,8 hijos por mujer, similar a Argelia o Jordania… y por debajo de la tasa de los judíos israelíes, en plena curva ascendente, que ya ha superado los 3,1 hijos por mujer.
Así las cosas, no faltan titulares triunfales en la prensa israelí: Crecimos y nos multiplicamos, el pánico ante la amenaza demográfica árabe queda conjurado, bienvenidos al luminoso futuro de Israel, judía para siempre. Pero no todos tienen claro que ese futuro judío de su Estado sea luminoso. A algunos les parece cada vez más negro. Del color de las chaquetas y los sombreros de quienes allí se llaman simplemente «ortodoxos», sin el «ultra-» que les ponen en el resto del mundo.
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