Santiago, el santo evangelizador de España, representaba desde la Edad Media la idea de la cruzada contra los enemigos de la Fe. Durante la guerra los servicios de propaganda franquista con el apoyo de la jerarquía eclesiástica reactivan la antigua funcionalidad cruzadista del culto.

Lucio Martínez Pereda, Nueva Revolución, 25 de julio de 2022
Cualquier medievalista sabe que en la catedral de Santiago no está enterrado el apóstol. Es un mito inventado por los monarcas asturianos para estimular el ánimo cruzadista en la Reconquista. No puede seguir siendo fiesta en un estado democrático y aconfesional.
El origen islamofóbico de la celebración hace que la fiesta únicamente guste a la ultraderecha xenófoba española. Pero a Vox esta celebración le agrada por otra razón más: durante la guerra civil la festividad del Apóstol Santiago se convirtió en la fiesta propagandística más útil para que el nacional catolicismo presentase el levantamiento contra la republica como una Guerra Santa.
Las ofrendas al Apóstol realizadas por Franco y generales del ejército se refieren a Santiago como santo guerrero bajo cuyo auspicio y protección se coloca la Cruzada contra los “sin Dios” La Festividad de Santiago fue un conductor de sacralidad utilizado durante la guerra civil y la dictadura por Franco para legitimarse como el gran intérprete de la voluntad de Dios. Son numerosas las imágenes propagandísticas de culto a la personalidad de Franco en las que el dictador se representa como el caudillo guerrero legatario en la Tierra de la espada de Santiago.
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