Los grupos antiabortistas que se organizan por turnos para intimidar a mujeres deben disolverse, volver a su casa y a su iglesia

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Natalia Junquera, El País, 4 de noviembre de 2021
Uno de los siete pecados capitales es la soberbia. Deberían saberlo esa especie de policías de Dios que se concentran en las puertas de las clínicas para intimidar a quienes han decidido abortar acribillándolas a preguntas. Creer que esas mujeres no se las han hecho ya todas, que no son capaces, autónomas y libres para tomar esa decisión; pensar que su religión, y, por tanto, ellos mismos, es superior es una forma de soberbia. Y el acoso, un delito.
Este periódico (El País) describió recientemente el modus operandi de esa horda desubicada, que ha olvidado que vivimos en un Estado aconfesional donde el aborto es legal. No acuden espontáneamente a la clínica. Se organizan en grupo, por turnos, para aumentar su presión y tratar de imponer sus creencias a un grupo de desconocidas de las que nada saben. Llevan carteles —”¿Y si tuviera tu sonrisa?”— y rosarios. Son intolerantes y autoritarios.
El acoso requiere logística, perseverancia. Como los bullies del colegio, operan en manada para favorecer la intimidación y trabajan a jornada completa: fichan al llegar, a las nueve de la mañana, y al marcharse, a las ocho de la tarde. Acumulan 1.039 turnos y cerca de 600 voluntarios, agentes sin placa fuera de su jurisdicción, es decir, lejos de su casa y de su iglesia.
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