El velo de silencio que imperó en las estructuras eclesiásticas logró que muchas causas civiles prescribieran

Abusos sexuales en la Iglesia
Jesús Bastante, Religión Digital, 12 de noviembre de 2020
“En el momento del nombramiento del arzobispo en Washington Theodore McCarrick en 2000, la Santa Sede actuó sobre la base de información parcial e incompleta. Desgraciadamente, se cometieron omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas”. Esta es una de las conclusiones del ‘Informe McCarrick’ presentado este martes por el Vaticano, después de dos años de estudio.
Un informe en el que, si bien veladamente, se admite la mala praxis del entramado eclesial, que no supo, o no quiso, ver la actuación de este depredador que, como muchos otros, alcanzó grandes cotas de poder en la Iglesia… y que morirá sin pisar la cárcel, mientras sus víctimas han vivido una eterna doble condena: la de los abusos, y la del silencio, y el encubrimiento, de la jerarquía católica. Una práctica que, por desgracia, se ha dado en medio mundo. Australia, Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Reino Unido, Perú, Chile, España…
Porque McCarrick no ha sido, ni mucho menos, el primer caso de clérigo que, durante décadas, actuó con total impunidad. Aunque se sabía, claro que se sabía. Como el propio informe indica, a Roma llegaron varias denuncias contra McCarrick, y la constatación de que el entonces obispo de Newark no era de fiar. Pero
Juan Pablo II hizo oídos sordos a las acusaciones, y creyó a McCarrick en lugar de a las víctimas. Benedicto XVI tampoco supo, o quiso, condenar al purpurado, y se limitó a unas ‘recomendaciones’ de vida retirada, que ni McCarrick cumplió ni Roma -ni Viganò, entonces nuncio en EEUU- hizo cumplir. Todo, claro está, en el más absoluto silencio. Nadie supo nada, nadie hizo nada.
“Nuestro Padre Maciel”, el protegido de Wojtyla y de Dzwisz
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