En la Renta: ninguna de las dos casillas

mayo 22, 2022

Los centros educativos concertados son negocios privados, casi siempre religiosos, que se financian con dinero público y que promueven el clasismo y la discriminación

Los obispos dicen que “la Iglesia no quiere nada que no sea suyo”

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Coral Bravo, El Plural, 22 de mayo de 2022

El pasado 7 de abril arrancó la campaña de la Renta de 2022. Como todos los años, los españoles tributaremos al Estado en relación con nuestro trabajo y los ingresos obtenidos; se trata de la contribución de los ciudadanos para mantener el soporte económico de lo público. Todos aportamos nuestro granito de arena para financiar, en teoría, las necesidades colectivas.

Y digo “en teoría” porque todos sabemos que con el dinero de todos también se financian negocios privados, entre otros eso que llaman “conciertos”. Los centros educativos concertados, por ejemplo, son negocios privados, casi siempre religiosos, que se financian con dinero público, y que, además, promueven el clasismo, el elitismo y la discriminación, lo cual es un disparate que sólo pasa en este país. Y todos sabemos también de las andanzas que corren los dineros de todos según sea la honradez o la indecencia supina de aquellos que ostenten el poder. Todos sabemos de presupuestos inflados, de amiguismos, de puertas giratorias, de contratos amañados, de comisiones multiplicadas por mil, etc. y etc.; y esos mismos, curiosamente, suelen ser los que hablan de valores y ponen a caer de un burro a los que intentan hacer las cosas medianamente bien. En fin ¡qué país de dios!

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Margaret Atwood: Yo inventé Gilead. El Tribunal Supremo de Estados Unidos lo está haciendo realidad

mayo 22, 2022

Cuando escribí ‘El cuento de la criada’ creía que era ficción. Qué ingenua. Las dictaduras teocráticas no pertenecen solo al pasado remoto, hoy existen varias en el planeta. ¿Qué nos garantiza que EE UU no sea una más?

Martin Elfman (fragmento)

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Margaret Atwood, El País, 22 de mayo de 2022

A principios de los años ochenta del siglo pasado empecé a trastear con una novela que exploraba un futuro en el que Estados Unidos se hubiera dividido. En la historia, una parte del país se había convertido en una dictadura teocrática basada en los principios religiosos puritanos y la jurisprudencia de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Ambienté la novela en la Universidad de Harvard y sus alrededores, una institución que en los ochenta era famosa por su progresismo pero que había nacido tres siglos antes como escuela de formación para el clero puritano.

En la teocracia ficticia de Gilead, las mujeres tenían muy pocos derechos, igual que en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. De la Biblia se escogían solo los fragmentos más convenientes, de los que se hacía una interpretación literal. Siguiendo el ejemplo de las estructuras reproductivas del Génesis —en concreto, las de la familia de Jacob—, las esposas de los patriarcas de alto rango podían tener esclavas, o “criadas”, decir a sus maridos que dejaran embarazadas a esas criadas y luego reclamar los hijos como propios.

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