La Compañía de Jesús y los maristas exigen a las víctimas firmar un pacto de confidencialidad para negociar compensaciones, algo prohibido por el Papa en 2019.

Alfonso Caparrós, víctima de abusos en los jesuitas de Málaga en los años cincuenta, cuando tenía 7 años, edad en que sufrió las agresiones.
Íñigo Domínguez – Julián Núñez, El País, 10 de octubre de 2021
Alfonso Caparrós, de 76 años, víctima de los abusos de un jesuita en el colegio San Estanislao de Kostka de Málaga en los años cincuenta, se reunió en junio de 2020 con el provincial de España de la orden. “Conté mi caso por desahogo, no por esperar dinero, ni sabía que eso se podía. Tras escucharme, me dijo: ‘¿Cuánto crees que te corresponde?’. Le dije que habían perdido mi alma, porque me hice ateo, y que tasara él lo que vale un alma perdida como la mía”, relata Caparrós. Entró entonces en un proceso de indemnización que define como impersonal, frío y humillante, a través de un despacho de abogados, y en el que, para empezar a negociar, se le exigía la firma de un acuerdo de confidencialidad. Los maristas, en Cataluña, también impusieron la misma condición en 2020, en la primera indemnización colectiva emprendida por una orden en España. No obstante, el papa Francisco, que es jesuita, prohibió comprar el silencio de las víctimas en 2019 en su documento Vox estis lux mundi, destinado a reforzar la lucha contra la pederastia en el clero y acabar con el secretismo. En su artículo 4.3 señala que a quien denuncia un caso “no se le puede imponer alguna obligación de guardar silencio con respecto al contenido del mismo”. Caparrós descubrió que los jesuitas manejan un tarifario sobre los abusos “en función de su gravedad”, según figura en un documento de la ordenal que ha tenido acceso este diario: hasta 5.000 euros, leve; hasta 10.000, media; hasta 15.000 alta. Ahora, dice, sabe cuánto vale su alma: “Mi violación vale solo 7.500 euros”. Los recibió el pasado mes de junio en su cuenta bancaria.
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