Una investigación de tres universidades concluye que los clérigos agresores elegían a víctimas que eran altamente vulnerables. El 40% de los abusos sexuales en la Iglesia fueron violaciones.

Los profesores Josep Tamarit (Universitat Oberta), Noemí Pereda (Universidad de Barcelona) y Gemma Varona (Universidad del País Vasco), autores de un estudio sobre la pederastia en la Iglesia española, este lunes en San Sebastián
Fuentes: El País (Mikel Ormazabal) / Religión Digital, 29 de junio de 2021
El fenómeno de la pederastia en la Iglesia española no se conocerá en toda su magnitud hasta que la institución católica admita que los abusos sexuales a menores fueron “sistemáticos” en su seno y se haga “cargo del daño causado” a las víctimas. Profesores universitarios expertos en victimología sostienen, además, que el clero católico está impidiendo que salgan a la luz estos casos y tampoco ayuda a reparar adecuadamente a quienes sufrieron estas prácticas. Un estudio elaborado conjuntamente por la Universitat Oberta de Cataluña, la Universidad de Barcelona y la Universidad del País Vasco concluye que las autoridades religiosas en España han eludido hasta ahora investigar “a fondo” este problema.
Los responsables de la investigación son Josep María Tamarit, Noemí Pereda y Gemma Varona, y han coincidido este lunes en criticar la “nula colaboración” de la Iglesia en el esclarecimiento de la pederastia en España y exigir a las autoridades eclesiales que, como han hecho otros países, abran sus archivos para que se sepa la auténtica realidad de los abusos cometidos. “Son muchos más casos de los que conocemos”, ha dicho Pereda para quitar verosimilitud al dato de los 220 casos de abusos a menores reconocidos el pasado mes de abril por la Iglesia española.
La presentación del estudio, el primero que se realiza a nivel académico en España sobre la pederastia en la Iglesia, se ha celebrado este lunes en San Sebastián durante una jornada sobre abusos sexuales de menores en instituciones religiosas y las respuestas restaurativas desde la victimología, en la que otros expertos internacionales han explicado la situación que se vive en Alemania, Bélgica, Irlanda y Chile. El congreso ha abordado el tema desde la óptica de la criminología, el derecho penal o la psicología. El periodista de EL PAÍS Iñigo Domínguez ha intervenido en el mismo para exponer la primera base de datos de referencia en España, que ha elaborado este diario sobre los abusos a menores en el clero católico, y que contabiliza ya un total de 327 casos y 840 víctimas.
El trabajo, realizado entre los años 2018 y 2021 con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación y fondos europeos, ofrece las conclusiones estadísticas extraídas tras entrevistar a 38 víctimas (todas adultas y el 65% hombres) de abusos sexuales por parte de clérigos.
Las denuncias se producen en la edad adulta, pero la mayoría no lo hace, por lo que los 220 casos admitidos por las autoridades eclesiásticas serán «muchos más», ha indicado Pereda, profesora de Victimología de la Universidad de Barcelona y coordinadora de este apartado del estudio, que ha reconocido que «no se puede calcular» la cifra real «si no es con un estudio que pregunte a la totalidad de la población». La investigadora ha considerado «relevante» que en España la mayoría de las víctimas reportaron su caso a Iglesia pero, al recibir una respuesta de silencio y culpabilización, para muchas de ellas esa notificación tuvo efectos negativos, ya que supuso ser nuevamente victimizadas por la institución.
Pereda ha admitido que la recogida de estos testimonios ha sido la más costosa de su carrera académica, más incluso que cuando ha tenido que analizar casos de violencia intrafamiliar. El estudio no ha contado con “ninguna ayuda” de la Iglesia católica, ha precisado Pereda, aunque se le solicitó su colaboración.
Los abusos se dieron cuando los menores tenían una media de edad de 11,8 años, lo que pone de manifiesto el carácter “efebofílico” de las prácticas cometidas contra niños y adolescentes, según ha explicado Pereda. En el 34,2% de los casos el abuso fue puntual y en el resto se repitió de forma “crónica” durante un periodo que va desde los tres hasta los ocho años. Para desmentir la idea de que la mayoría de los abusos fueron leves y se limitaban a tocamientos, la profesora ha revelado que en el 42,1% hubo penetración. Y los victimarios fueron principalmente párrocos o sacerdotes (el 65,8%).
El informe documenta un “profundo y duradero” daño sufrido por las víctimas, tanto en lo que respecta al delito padecido como a la “victimización secundaria” o al daño añadido por una respuesta institucional “tendente, muchas veces, a ocultar, silenciar, confundir y, en ocasiones, culpabilizar a las víctimas”
Aquellos episodios, según Pereda, han dejado “problemas cronificados de ansiedad y depresión, dificultades sexuales, de alimentación y sueño”, además de un “trauma espiritual”. El impacto emocional que les causó ha provocado que la mayoría reniegue ahora de su fe y su creencia en la Iglesia católica, según los testimonios recogidos. A la gravedad de esta situación, los autores del estudio han sumado el hecho de que muchas víctimas habían sufrido antes malos tratos (el 71,4%) y atravesaban situaciones de exclusión social o discapacidad: “Los religiosos eran conscientes de que eran personas altamente vulnerables y sin protección, lo que les permitía asegurarse la impunidad”, ha afirmado la profesora Pereda.
Las víctimas guardaron su experiencia en secreto durante muchos años. El 86,8% no lo dio a conocer a una persona de su entorno más cercano hasta que cumplió los 24,1 años de media. Muy pocos lo notificaron a la autoridad (la policía, un juzgado o a la propia Iglesia) y, de estos, el 52,9% ha tenido una mala experiencia tras dar ese paso. El estudio también analiza el resultado de las notificaciones realizadas por las víctimas a la Iglesia años después de los abusos sexuales y tras un periodo de maduración y reflexión personal. Los investigadores han constatado que la respuesta institucional ha sido “causante de un nuevo daño” en las víctimas porque afloraron en ellas “sentimientos de traición que incrementaron su malestar”, dice el estudio. Una característica clave de este tipo de abuso es que, para la víctima, el agresor es un representante de Dios y actúa “en nombre de Dios”. Por eso, para el 56,2% tuvo un impacto negativo extremo en su fe.
Causas estructurales de la pederastia clerical
El proyecto también aborda las causas estructurales del abuso sexual en instituciones eclesiásticas españolas e identifica aspectos como “el poder clerical, el perfeccionismo moral, la concepción de la sexualidad, el secretismo, la soledad o la idea del pecado y del perdón” como factores de riesgo.
Asimismo, un aspecto encontrado es la “instrumentalización” de las víctimas y el hecho de “priorizar la reputación institucional” por encima de los derechos individuales de los entonces menores.
Igualmente, los investigadores señalan que el derecho canónico, recientemente reformado, “no ha considerado durante mucho tiempo” los derechos que las víctimas deben tener en los procedimientos para revisar los casos. En ellos, según recuerdan, citando la normativa internacional, debe asegurarse la especialización para tratar los temas de victimización sexual, así como la imparcialidad y la protección a las víctimas, sin por ello mermar la presunción de inocencia.
El proyecto, cuyos resultados se encuentran en fase de publicación en la editorial Aranzadi, ofrece modelos concretos de buenas prácticas que permiten a las instituciones, religiosas y públicas en general, así como a la sociedad civil, desarrollar respuestas de solidaridad hacia las víctimas con honestidad y compromiso, dos aspectos muy valorados por ellas. Asimismo, ilustra cómo otros países se han enfrentado con mayor éxito a esta problemática social y ha permitido que las instituciones concernidas hayan salido reforzadas tras tomarse en serio el daño causado y han considerado este problema dentro de un marco de justicia y salud pública.
“En España no se ha leído ni la primera página de la historia de la pederastia”
Religión Digital

Enrique Pérez Guerra y Emiliano Álvarez Delgado, dos de las víctimas que han participado en la jornada.
Enrique Pérez Guerra ha relatado en la jornada del pasado lunes el infierno de los abusos sexuales que padeció de niño por parte de un sacerdote y ha asegurado que, para “pasar página”, hay que leer primero lo que ha sucedido, y en España “no se ha leído ni la primera letra de la pederastia” en el seno de la Iglesia.
Enrique Pérez Guerra, un trabajador social de 65 años que padeció los abusos en Zaragoza, y Emiliano Alvarez, que los sufrió en el seminario San José de La Bañeza (León), han contado sus experiencias a los medios de comunicación horas antes de participar en una mesa redonda dentro de la jornada “Abusos sexuales de menores en instituciones religiosas: respuestas restaurativas desde la victimología”, que se ha celebrado en San Sebastián.
Con 12 años Pérez Guerra se fue a confesar para hacer saber su vocación misionera al padre Javier, un sacerdote de “mucho prestigioso entre la feligresía”, que le dijo que se lo contara fuera del confesonario.
“Ahí empezó una relación totalmente destructiva, ya que el sacerdote no tenía interés por mi vocación misionera pero sí mucho por mi piel y por mi cuerpo”, afirma.
“No estaba acostumbrado a decir que no, no sabía cómo poner límites”, recuerda de esa “experiencia demoledora” en la que el centro era el miedo.
“Si no vengo aquí y me presto a que me desnude y haga con mi cuerpo lo que quiera, el padre Javier vendrá a mi casa a buscarme”, pensaba entonces el niño Enrique Pérez Guerra, que asegura hoy que como en muchos otros casos el pederasta “es alguien apreciado en casa”.
Los abusos no duraron mucho porque una tarde entró un seminarista en la habitación donde Enrique estaba “ya desnudo” y “debió de comunicar a sus superiores lo que estaba ocurriendo y le destinaron a otro lugar”.
Pasaron años hasta que pudo contar lo ocurrido a una compañera de facultad, que es su actual esposa, y luego a sus hermanos, “a los que no les hizo mucha gracia y lo convirtieron en tema tabú”.
Por su trabajo conoció situaciones de abusos y entonces fue consciente de que “no era un bicho raro” y que los abusados constituyen un “colectivo”.
Cuando quiso contárselo a su hijo, pensó hacerlo por carta porque le daba miedo, pero esa misiva se amplió a los 500 folios que conformaron su libro “Las tardes escondidas”, en las que relata sus vivencias.
“La superación de estas situaciones es un mito porque en algunos aspectos se consigue y en otros todavía tengo revivencias cuando menos me lo espero”, afirma esta víctima, que remarca que nunca ha recibido peticiones de perdón por parte de la Iglesia.
Emiliano Alvarez Delgado fue víctima de dos sacerdotes del seminario de La Bañeza, un lugar que define como “nido de pederastas”, en los años setenta cuando tenía diez años.
“Allí había 400 niños y abusaban de nosotros cuando estábamos en la cama. A mí me llegaron a hacer felaciones”, recuerda.
También rememora el terror que pasaban porque “durante el día te castigaban con palizas brutales y por la noches abusaban” y relata que se escapó con la intención de suicidarse.
Su vida ha sido “un desastre” porque cayó en las drogas y tras varios intentos las dejó. Entonces fue consciente de que “todo esto venía por los abusos” y que no se supera.
Uno de los curas que abusó de él había sido expulsado de un colegio de Zamora por ese motivo y fue trasladado a La Bañeza, señala Emiliano, que afirma que los pederastas estuvieron en ese seminario hasta los años 90.
“Cuando estabas despierto, veías cómo abusaba de un compañero y ese día sabías que dormirías porque estaba satisfecho“, afirma Emiliano.
Cuando denunció su caso a las autoridades eclesiásticas en Astorga, “no le hizo falta decir mucho” porque “saben quiénes son los pederastas”, pero “romper el muro de la pederastia puede inundar las catedrales”, concluye.