La ofrenda a Santiago sigue siendo una tradición religiosa establecida manu militari por el fascismo.

Ofrenda Apóstol Santiago. (Imagen de archivo)
Víctor Moreno, Nueva Tribuna, 24 de julio de 2020
La II República acabó con la Ofrenda
La Constitución de la II República, aprobada el 9 de diciembre de 1931, en su artículo 3º establecía que “el Estado español no tiene religión oficial”. El laicismo había venido por vías democráticas y las derechas se volvieron epilépticas perdidas. Mucho más, cuando a los meses de aprobarse la Constitución, el gobierno comenzó a publicar una serie de leyes, órdenes, y decretos aplicando el alcance práctico que tal declaración constitucional suponía para las instituciones públicas dependientes de dicho Estado.
Rescato algunas de estas disposiciones:
– Decreto que somete al Cuerpo Eclesiástico del Ejército a las normas generales para la jubilación.
– Exclusiva competencia civil sobre cementerios municipales.
– Derogando subvenciones a la enseñanza impartida por religiosos
– Declarando a extinguir el cuerpo eclesiástico de la Armada
– Disuelve el Cuerpo de capellanes de Prisiones
– Se declaran hábiles las fiestas eclesiástica
– Se suprimen las fiestas religiosas del calendario escolar
– Excedencia forzosa de profesores de religión
– Disuelve el cuerpo eclesiástico del Ejército
– Suprime la asignatura de religión
– Suspensión de las celebraciones del culto en las dependencias del Ministerio de Marina
– El cura párroco deja de formar parte de la Junta de Sanidad de los municipios.
-Se vuelve a establecer la coeducación (Orden, 2.4.1936) suprimida el 1 de agosto de 1934”. Etcétera.
El laicismo iba, pues, en serio.
La religión no fue expulsada de la sociedad, como una y otra vez dijeron las derechas, sino que por exigencias legales de la Constitución se prohibió la presencia de cualquier símbolo religioso en las instituciones públicas. Las prácticas religiosas siguieron celebrándose en la parroquia y las procesiones en la vía pública, también; bastaba con solicitar permiso al gobernador civil que, rara vez, las prohibía. Al fin y al cabo, la religión, como dijo Azaña, pertenecía “a la esfera de la conciencia personal”.
Durante la II República, gobernase la izquierda azañista, el bienio negro de Lerroux/CEDA o el Frente Popular, la “Ofrenda de España al Apóstol Santiago” nunca tuvo lugar. Caso de celebrarse, hubiese puesto en solfa contradictoria la Constitución y al Estado. Congruencia política que, actualmente, los políticos entienden, pero no cumplen, pues anteponen sus creencias religiosas al marco legal.
En 1931-1936, no era congruente que unos representantes de un Estado Laico participasen en un Acto Religioso en nombre de dicho Estado, donde se exaltaba una entidad, Dios, a la que, quienes detentaban el poder religioso, consideraban por encima del Estado.
De leyenda en leyenda