La familia y el Arzobispado de Madrid han mantenido un litigio durante más de un año

Las hermanas Ramírez, en el patio de Miraflores de la Sierra.
Manuel Viejo, El País, 23 de febrero de 2020
Un enviado de Dios en la Tierra llegó a un acuerdo con la señora Mercedes González el día de los enamorados de 1995. Sucedió a 49 kilómetros de la Puerta del Sol, en Miraflores de la Sierra, un pueblo de 6.000 vecinos fundado por ganaderos segovianos allá por el siglo XIII. Muy cerquita de su Iglesia empedrada, un templo consagrado a la Asunción de Nuestra Señora, la vecina Mercedes heredó una casa blanca de tres plantas con un patio exterior de tres metros cuadrados.
Antonio Ruiz, el cura de los noventa, se llevaba muy bien con Mercedes porque, aparte de que era una ama de casa de misa diaria, vivían pared con pared. Número ocho, casa sacerdotal. Número seis, hogar de Mercedes y sus tres hijas. Un día de 1995 el cura pensó en reformar la casa sacerdotal. Antes, eso sí, avisó a su vecina Mercedes de la idea que tenía: “Vamos a levantar cuatro plantas en forma de C dejando a tu patio exterior aislado y encajonado. No obstante, podrás seguir accediendo a él a través de una puerta que haremos porque el patio es tuyo”. Los dos estamparon en un folio escrito a máquina las firmas de conformidad. Hasta ahora, que se ha enterado el Arzobispado de Madrid y ha metido mano en el asunto.
“Mi madre era una mujer muy católica y les consistió todo. ¿Ingenua? Quizá. Por eso este patio está como está”, cuenta Marta Ramírez, de 58 años, observando hacia arriba la gigantesca mole de ladrillo de 10 metros de altura de la casa sacerdotal. “A mí y a mis hermanas nos pareció una estupidez que mi madre permitiera la obra, pero, al fin y al cabo, cada uno hace lo que quiere con su casa. La cuestión es que en el acuerdo que firmaron queda claro que el patio sigue siendo nuestro”.
La señora Mercedes murió en 1999 a los 74 años de una insuficiencia cardíaca. Su familia creció. La casa quedó deshabitada. Un día de 2015 decidieron alquilar el hogar de su infancia a una familia del pueblo. Dos años después, sonó el teléfono: “Mira, Marta, queremos comprar vuestra casa, que nos gusta”. La venta estaba en marcha. Read the rest of this entry »