Detrás del WCF, recién celebrado en México con una estética que busca la conexión con la juventud, está el estadounidense Brian Brown, un pope del integrismo homófobo asociado con Mayor Oreja e Ignacio Arsuaga

Ángel Munárriz, Infolibre, 10 de octubre de 2022
“Dios te va poniendo a los que te pueden ayudar en el camino”, filosofa Tamara Falcó, que alerta al público de que vivimos “un momento muy complicado para la humanidad”. ¿Por qué? “Hay –desarrolla– tantos tipos distintos de sexualidades, hay tantos tipos distintos de sitios donde puedes ejercer el mal”. Es en conjunto un mensaje confuso, poco concluyente. Pero algo queda claro: Falcó, ponente en el Congreso Mundial de Familias –WCF, por sus siglas en inglés– celebrado el pasado fin de semana en Ciudad de México, despertó el entusiasmo de las masas. “Ha nacido una estrella ultraconservadora”, titulaba El País, que contaba cómo Falcó, invitada en calidad de “marquesa de Griñón, influencer y conductora de televisión”, salió “aclamada” tras quebrarse al tocar el espinoso tema de una reciente “infidelidad”, la que tanta atención ha concitado.
El tirón mediático, la sonrisa perfecta y el pelo impecablemente recogido de Falcó se han convertido en el gancho, el reluciente neón del WCF. Pero detrás, en la trastienda, hay algo más oscuro: una miríada de grupos fanáticos que usan esta cita para coordinar a escala global su estrategia discriminatoria contra el aborto y los derechos Lgtbi. No es una cita cualquiera. El WCF, en cuyo nacimiento y desarrollo fue crucial la aportación rusa, es la cumbre entre las cumbres de la derecha cristiana radical.
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