El surgimiento de los cementerios civiles y las historias de los primeros enterramientos laicos en las comarcas mineras

Imagen Alfonso Zapico
Ernesto Burgos, La Nueva España, 9 de junio de 2020
Me da la impresión de que para los jóvenes del siglo XXI la religión es algo muy secundario. Por lo menos entre los que viven en los países de influenciados por la cultura judeo-cristiana, ya que en aquellos estados que han elegido el Islam sucede otra cosa. Estábamos acostumbrados a que las personas se identificasen como creyentes, ateos o agnósticos, pero ahora la realidad deja atrás cualquier clasificación.
Los hay que dicen no creer en nada, pero ponen velas a Santa Gema para aprobar un examen y otros que se tatúan símbolos paganos y luego insisten en casarse por la iglesia o hacen comulgar a sus hijos (una sola vez en la vida) para justificar una fiesta. Tampoco faltan quienes defienden la contradicción de creer en el Diablo y no en Dios, como si pudiese haber una moneda con cara pero sin cruz, y de cualquier forma, incluso entre los que se consideran católicos es raro encontrarse con los que saben decir los nombres de los apóstoles o son capaces de citar a tres profetas del Antiguo Testamento.
Sin embargo, hace pocas décadas la elección entre exhibir signos religiosos o prescindir de ellos venía unida a la militancia política. Recuerden sin ir más lejos lo que fue el nacional-catolicismo que marcó la vida de muchos españoles, entre los que desgraciadamente por razones de edad tengo que incluirme.
Yendo más atrás, en pleno auge del movimiento obrero, la asistencia a misa, el cumplimento de la abstinencia en determinadas fechas y la celebración de las ceremonias más tradicionales de la Iglesia, especialmente bautizos, matrimonios y funerales, fueron acciones que se convirtieron en caballo de batalla para aquellos que consideraban a los sacerdotes como agentes del capitalismo y por ello querían renunciar a cualquier colaboración con sus rituales. Read the rest of this entry »