Un artículo del historiador Santiago Navarro de la Fuente sobre el papel del Vaticano en la contienda española.

Franco, junto con el nuncio Cicognani y el obispo de Madrid-Alcala, Eijo Garay, consagran el monumento al Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles / Mayo 1944 / Fuente
Santiago Navarro, The Conversation, 2 de octubre de 2019
En 1936, la nunciatura apostólica en España se enfrentaba a un cambio de ciclo. La marcha del ya cardenal Federico Tedeschini ponía fin a un periodo de representación iniciado en 1921, todavía durante el pontificado de Benedicto XV. El fin de etapa coincidía también con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero y con la crisis del posibilismo católico tras la derrota. Pero no fue el único cambio.
El auditor de la representación, Tito Crespi, se suicidó en abril. Lo hizo mientras marchaba a Roma en barco para reponerse de un severo trastorno depresivo. Eso provocó que Silvio Sericano fuese destinado a la nunciatura de Madrid. Aquella llegada fue la primera de las provisionalidades que marcaron la representación del Papa en España durante la Guerra Civil, como he estudiado en el libro La Santa Sede y la Guerra Civil.
La etapa de Sericano
Poco después del suicidio de Crespi, en junio, fue cuando Tedeschini marchó definitivamente a Roma. La nunciatura quedó entonces en manos de Sericano como encargado provisional de negocios. Su papel estaba en mantener la representación a la espera de la llegada del nuevo nuncio, Filippo Cortesi.
Durante el periodo que medió entre la salida de Tedeschini y el golpe de Estado de julio, Sericano demostró gran habilidad a la hora de defender los derechos de los católicos usando el ordenamiento jurídico democrático de la Segunda República, en una muestra de la tendencia que la Santa Sede parecía querer imprimir al nuevo periodo de sus relaciones con el gobierno español.
El golpe de Estado de julio y el comienzo de la guerra sorprendieron a una nunciatura a cargo de Sericano, que hubo de mantener la representación en calidad de encargado de negocios en aquellas circunstancias. Finalmente, Cortesi nunca llegó y en la Navidad de 1936 fue destinado a Polonia.
La condición provisional de la representación del Papa en España no sólo afectó a Sericano, sino que se proyectó también sobre los dos primeros representantes del pontífice ante el gobierno de los sublevados. Así, el cardenal arzobispo de Toledo Isidro Gomá fue representante confidencial y oficioso ante Franco entre la Navidad de 1936 y octubre de 1937. Lee el resto de esta entrada »