Los Acuerdos existen y ofrecen una cierta verosimilitud a la posición del prior Cantera

Tumba de Franco en el Valle de los Caídos / SAMUEL SANCHEZ
Juan G. Bedoya, El País, 11 de octubre de 2019
Cuando Franco se vio forzado a abrir una cárcel en Zamora solo para curas, el ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega, planteó si no era el momento de romper con el Estado vaticano y tratar a la Iglesia católica como una simple religión. “Camilo, no te metas con los curas, que la carne de cura indigesta”, dicen que dijo el dictador a su jefe de policía. Corría el año 1969 y Franco llevaba tiempo irritado con los papas Juan XXIII y Pablo VI, y con el mismísimo Concilio Vaticano II, por su alejamiento del nacionalcatolicismo que tanto mimo y dinero había puesto en proteger. Tampoco el Vaticano se decía contento. Pero los dos estados estaban atados (y bien atados) por el Concordato firmado en Roma en 1953 y publicado en el BOE con este encabezamiento: “En el nombre de la Santísima Trinidad”.
Lo acordado entonces sigue vigente en su mayoría, aunque el Concordato se llama ahora “Acuerdos” (uno de 1976, cuatro de 1979), que atan a España y al Vaticano de forma extravagante. Por ejemplo, es el Rey quien nombra al Vicario castrense con grado y salario de general de División; el Papa ha de consultar al Gobierno el nombramiento de obispos, y el Estado paga los sueldos de obispos y sacerdotes, que, en cambio, están bajo la disciplina de un estado extranjero, y se gasta cada año unos 700 millones en profesores de catolicismo elegidos o despedidos por los prelados sin sujeción al Estatuto de los Trabajadores.