No hay otra manera de entender cómo se permitió desde 1998 y hasta 2015 la inmatriculación 35.000 de bienes –que algunos cálculos elevan a más de 100.000– por parte de la Iglesia católica

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Francesc Vall, El País, 27 de marzo de 2023
Cuentan que cuando José María Pemán presidía la Comisión de Cultura y Enseñanza de los militares sublevados –conocida por su esmero y dedicación en la depuración de maestros republicanos en los prolegómenos del que sería el primer Gobierno como tal del dictador– algunas voces le sugerían a Franco que no hacía falta crear un futuro Ministerio de Educación pudiendo contar para esta tarea con la Santa Madre Iglesia. La recomendación tenía sentido. Eran tiempos en que era difícil distinguir entre el discurso de un obispo y el de un general golpista. Muchos testimonios recuerdan que para un cura era habitual –recuerda el escritor católico Georges Bernanos en Los grandes cementerios bajo la luna– “dar la absolución entre descargas, con los zapatos entre la sangre”.
Con la democracia, la niebla fruto de la pólvora y el incienso ha escampado. Sin embargo, hay tics del viejo nacionalcatolicismo que perviven más en el poder político que en una sociedad cada día más distanciada de la práctica religiosa. No hay otra manera de entender cómo el Gobierno central permitió desde 1998 y hasta 2015 –desde Aznar a Rajoy, pasando por Zapatero– la inmatriculación de 35.000 bienes –que algunos cálculos elevan a más de 100.000– por parte de la Iglesia católica sin otro requisito que la firma del obispo dando fe, como si de un notario se tratara y, por tanto, sin mediar título de propiedad alguno.
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