Denuncian en Argentina un sistema de inteligencia interno montado para manejar a sus integrantes

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Nicolás Cassese, La Nación, 16 de noviembre de 2022
La noticia fue un cimbronazo, pero amenaza con ser solo el inicio de una crisis con múltiples frentes que golpea a una de las organizaciones más poderosas de la Iglesia.
En agosto de este año, el papa Francisco cercenó el poder y la independencia del Opus Dei mediante una norma que, además, degradó el estatus de su líder. La novedad sacudió al ambiente eclesiástico. Detrás de esa decisión, en apariencia administrativa, se vislumbran problemas más de fondo que impactan la esencia misma de una institución a la que cada vez le cuesta más reclutar y retener aspirantes.
La Obra, como también se conoce al Opus Dei, enfrenta en la Argentina acusaciones de abuso de poder que la institución habría ejercido sobre sus propios miembros, incluyendo la manipulación psicológica y la facilitación de antidepresivos y otras drogas recetadas por un profesional de la organización.
Los 19 exmiembros –numerarios, numerarias, supernumerarios y numerarias auxiliares, las diferentes categorías de pertenencia– que se animaron a hablar de la Obra frente a LA NACION, describen un sistema de inteligencia interno montado para manejar a sus integrantes. Este mecanismo se sustenta en la figura de los directores espirituales, que ejercen una tutoría sobre sus pares de menor rango. Según los testimonios, además de orientar, los directores espirituales vuelcan la información íntima que recogen en sus charlas en fichas secretas que elaboran de cada miembro.
Los entrevistados coincidieron en la descripción del proceso de quiebre y manipulación al que se vieron sometidos cuando entraron en crisis con lo que ahora consideran un modelo de vida opresivo. Ya dejaron el Opus Dei, pero dicen que la mayoría de las prácticas siguen vigentes.
Dos exnumerarios, tres exnumerarias y siete exnumerarias auxiliares accedieron a difundir su nombre. El resto de los exintegrantes de la Obra consultados pidieron resguardarlo. Muchos de ellos reconstruyeron su vida fuera del Opus Dei y prefieren no exponer su pasado. La secuencia de quiebre, psiquiatra de la Obra, drogas que adormecen y manipulación de conciencia es muy similar en todos los casos.
“Yo fui uno de los procesados por esa trituradora psicológica”, Manuel Izquierdo Brown

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“Yo fui uno de los procesados por esa trituradora psicológica”, dice Manuel Izquierdo Brown a LA NACION, desde Bruselas, donde vive. Izquierdo Brown es porteño, tiene 46 años, una mujer belga, Laurence, y dos hijos, pero durante diez años –entre 1993 y 2003– fue numerario del Opus Dei.
Marcelo Possidente, numerario y responsable de los alrededor de 900 hombres que viven en celibato dentro de la Obra en la Argentina, Paraguay y Uruguay, fue el encargado de responder las acusaciones. En una entrevista con LA NACION explicó que las salidas traumáticas y con denuncias de abusos psicológicos de exmiembros representan un “fracaso” para el Opus Dei. “Somos conscientes de que hay experiencias malas y traumáticas y nos causa mucho dolor. Pero no es algo sistemático ni general. Incluso me animaría a decir que no es algo mayoritario”, dijo.
–¿Consideran que son casos puntuales? ¿O hay algo en la propia dinámica de la organización que genera estas salidas traumáticas?
–Pienso que son casos puntuales. De todos modos, hacemos autocrítica. Nos gustaría conocer los testimonios de estas personas para mejorar. Pueden tener que ver con errores puntuales, humanos, que los hubo y los sigue habiendo. No somos un club de santos, sino de personas que buscan a diario convertirse.
El Opus Dei fue fundado en 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote español canonizado durante el papado de Juan Pablo II. Los numerarios y las numerarias son la pieza central de la Obra, la que los distingue de otras organizaciones religiosas. Viven con compromisos de castidad, pobreza y obediencia en residencias del Opus Dei, pero la idea es que, por sus profesiones, estén insertos en la sociedad. Desde ese lugar, cumplen su tarea evangélica difundiendo la prédica de la Iglesia.
Muchos se desempeñan en cuestiones internas de la Obra y algunos, en las organizaciones que fundó y administra. La más importante es la Universidad Austral, con sede central en Pilar, de la que dependen el Hospital Universitario y el IAE, la escuela de negocios. Son instituciones de mucho renombre y responden al estándar de excelencia que atraviesa las acciones del Opus Dei.
Las acusaciones contra la institución no abarcan a la totalidad de sus miembros. La Obra mantiene fieles que la defienden y están convencidos de su accionar y su prédica. Incluso muchos de los que se fueron lo hicieron con procesos sin conflicto. Sin embargo, las rupturas traumáticas son significativas, aunque, al momento, no incluyen denuncias judiciales.
“El sistema tan estricto de control de voluntades es bueno para generar instituciones de prestigio, pero malo para el desarrollo de las personas. En el Opus Dei hay gente buenísima, convencida, que hace cosas fantásticas, pero también hacen mucho daño. Hay mucho fanatismo. Hacen mal creyendo que es lo que Dios quiere”, afirma Izquierdo Brown. Él mismo, siendo parte de la institución, admite que “hizo mal a otros”.
“No creo que haya malicia, pero la gente del Opus Dei está con el cerebro tan lavado que ni siquiera se da cuenta del daño que está haciendo”, Dolores Castaños

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Dolores Castaños tiene 54 años, tres hijos y un pasado de numeraria. Entró a los 14 años y se fue a los 27. Se crió en San Isidro, en una familia muy ligada al Opus Dei –sus padres son supernumerarios y estudió en el Buen Ayre, el colegio de la Obra para mujeres–, pero hoy vive en Ohio, Estados Unidos, y coincide con Izquierdo Brown. “No creo que haya malicia, pero la gente del Opus Dei está con el cerebro tan lavado que ni siquiera se da cuenta del daño que está haciendo”, dice. Ella misma, agrega, debería pedir disculpas por algunas de las cosas que hizo siendo numeraria. “Explotan personas, las tratan como si fueran objetos y las ponen al servicio de la institución, las deshumanizan”, señala.
Los numerarios son egresados universitarios y trabajan en su profesión, pero entregan sus salarios a la institución y reciben dinero para sus gastos. Ingresan muy jóvenes al Opus Dei –en la jerga se llama “pitar” al acto de pedir la admisión– y llevan una vida de mucho sacrificio. Castaños y Petrone ingresaron a los 14. Izquierdo Brown, a los 17.
“Son las 5.45 A.M. El sonido del teléfono despertador me llega desde el pasillo del cuarto piso. Abandono mi cama de un salto y voy derecho con mi boca al piso. Beso el suelo, digo ‘Serviam [serviré, en latín] y ofrezco mi día a Dios”, así narra lo que era el inicio de su jornada una exnumeraria. El resto del día estaba igual de regimentado y la idea, explica un exnumerario, era replicar el concepto de vida monacal, pero aplicado a personas integradas en la sociedad.
Con el correr de los años, muchos de los miembros del Opus Dei consultados entraron en crisis con el compromiso asumido en su juventud. La causa de este quiebre, indica un exmiembro, es la esencia misma de la Obra. Las exigencias y normas de la organización interna que recaen sobre los numerarios y las numerarias son similares a las de un fraile o una monja, pero no se asumen como tales porque la idea es que se inserten en la sociedad y desde ese lugar evangelicen. “Te insisten con que sos laico y convivís con otros laicos en tu trabajo, pero tenés el régimen de un fraile. Esa contradicción te tensiona, te convierte en un ser raro”, dice un exintegrante que prefirió no revelar su nombre. Esa tensión, y las exigencias que la organización pone sobre las personas para que no se aparten del camino señalado, es la que, en muchos casos, termina generando el quiebre.
Según los entrevistados por LA NACION, la respuesta de la institución fue calcada. Los mandaron a un psiquiatra perteneciente a la Obra que los medicó con antidepresivos y ansiolíticos, les restringieron aún más el contacto con familiares, les advirtieron sobre lo infelices que serían si decidían irse y a algunos los terminaron aislando en centros apartados. “Los veías en los pasillos, caminando como zombis por la medicación”, dice un exmiembro del Opus Dei. “Eran juguetes rotos”, coincide Izquierdo Brown.
Él estuvo cerca de convertirse en uno de ellos, pero se escapó a tiempo. Según Izquierdo Brown, cuando entró en crisis con su vocación de numerario lo mandaron a un psiquiatra. “Siempre es alguien de confianza total de ellos y tu director espiritual está sentado a tu lado en las devoluciones”, afirma. El psiquiatra lo diagnosticó como maníaco depresivo y le dijo que tenía trastorno de déficit de atención. Le recetó Ritalina y Valcote. Como las drogas no solucionaron el problema, le subieron la dosis. “Las drogas me dejaban calmo y con poca energía. Me quedaba dormido en el colectivo y babeaba el saco”, recuerda.
Luego de un largo proceso de amenazas, un viaje para estudiar en España que se frustró cuando confesó que había besado a una compañera de trabajo, Izquierdo Brown logró juntar el valor para llamar a su padre e irse del Opus Dei.
“Me enfermé y empecé a bajar de peso”, relata Castaños sobre su proceso de quiebre. Como en el resto de los casos, fue a una psiquiatra y una psicóloga, que también eran numerarias y que le fueron asignadas por la Obra. Le dijeron que estaba deprimida y le dieron un cocktail de pastillas.
Cuando se lo contó, su madre reaccionó indignada, pero Castaños le pidió que no se enfrentase a las autoridades de la residencia donde vivía. En su caso, fue la propia psiquiatra la que la ayudó a salir. “Iba cruzando la avenida 9 de Julio después de una sesión y, cuando llegué del otro lado, me di cuenta de que me tenía que ir del Opus Dei para recuperar la salud mental”, recuerda.
Dice que desde la Obra la trataron de disuadir, advirtiéndole que tendría una vida miserable fuera de la institución, pero que logró mudarse a lo de sus padres y a los pocos meses se fue de vacaciones con su hermana y su cuñado. Rodeada de las montañas de Bariloche, comenzó a dejar las drogas que le habían recetado y empezó a recomponer su vida. La única noticia que recibió de su antigua residencia del Opus Dei fue una llamada de la secretaria reclamándole que tenía que pagar el exceso de gastos de mensualidad que había significado la compra de sus medicamentos. “Todavía lo debo”, se ríe desde Ohio.
Desde el Opus Dei dicen que el proceso de ingreso es largo y siempre consensuado. “Dura por lo menos cinco años”, explican. La salida, argumentan, es fácil. Basta con una carta a la máxima autoridad. “El Opus Dei como tal nunca impone su voluntad”, afirmó una autoridad que prefirió mantenerse en el anonimato.
En Opuslibros, un sitio en internet muy consultado que recoge críticas contra la organización, fundado por una exnumeraria española, hay decenas de relatos de salidas traumáticas. “En el Opus Dei llega un momento en que tenés problemas físicos o mentales”, dice Castaños. Eso se debe, considera, al “estado de esquizofrenia existencial” en el que viven numerarios y numerarias. “Hablás de libertad, pero tenés que pedir permiso para tomar un café. Hablás de la importancia de la amistad, pero tus amistades están supeditadas al objetivo de reclutar miembros del Opus Dei”, describe.
Jacinto Choza es un filósofo español, catedrático de la Universidad de Sevilla, profesor honorario de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires, y autor de decenas de libros y ensayos sobre filosofía, antropología y evolución del cristianismo. También tiene un largo pasado en el Opus Dei. Hoy tiene 77 años y es muy crítico de la Obra, pero durante más de tres décadas, entre sus 18 y sus 52 años, fue numerario. Él también ve la tensión entre lo que debe ser un numerario y lo que de verdad siente o piensa. Choza considera que eso genera una escisión en la personalidad que termina haciendo daño y generando “gente de plástico”.
“Son personalidades ortopédicas, con sonrisa ortopédica y cara de asentimiento ortopédica. Personalidades troqueladas y talladas por un rígido sistema de normas internas”, considera. El Opus Dei, sigue Choza, es una institución voraz: “Consume casi el 100% del tiempo y la energía de sus miembros. Las congregaciones religiosas no son ni la mitad de voraces que el Opus Dei”. Por sus métodos, la Obra, dice, “está dentro de la categoría de secta”. Petrone y Castaños están de acuerdo con esa clasificación.