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Rafael Zornoza Boy, obispo de Cádiz y Melilla

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Puño en alto, 13 de septiembre de 2021

La voz atiplanada de muchos miembros de la curia no nos debe decir nada, bueno en algunos casos sí, para saber que aquello que condena son causa de sus reprimidos instintos. La moral distraída de muchos de ellos sí que nos debe servir para conocer la calidad del verdadero sentimiento cristiano que dicen profesar y predicar.

El Titular del Obispado de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, es un buen ejemplo de lo segundo, porque en lo primero mejor no entrar, allá cada cual con sus fantasías sean de la naturaleza que sean y se repriman o no. El susodicho, más que nadie, parece defender ese socorrido y tergiversado de forma farisea principio bíblico de “haz lo que digo, pero no lo que hago” o “a Dios rogando y con el mazo dando”.

Ha tenido oportunidad de demostrar si su fe cristiana está por encima de su fe católica. Al obispo no le está temblando la mano a la hora de acometer desahucios o en su defecto exigir miles de euros a los usuarios de terminadas edificaciones de las que es titular. No le importa si los inmuebles están sirviendo para dar cobijo a niños, o unos abuelos lo utilizan de morada, lo importante para él es hacer caja.

Tanto es así que ha tenido que llegar incluso a oídos del Vaticano -varias veces, debido a que ha sido ignorado- numerosas quejas en referencia a la conducta descarriada y poco evangélica del citado obispo, al que al parecer los desmanes y nula ética lo identifican, olvidándose de este modo de los principales preceptos de los que se supone que tiene que dar ejemplo. Así no tuvo ningún impedimento en desahuciar a un matrimonio de longeva edad que vivían desde hace años en una propiedad de la diócesis para dejarla posteriormente vacía, a pesar de incluso haber tenido a uno de sus miembros trabajando sin contrato ni alta en la seguridad social durante muchísimos años.

Para despedir a una veintena de trabajadores del obispado y Cáritas de Cádiz, tampoco le tembló el pulso, algo inexplicable cuando enfatiza cada vez que tiene oportunidad lo importante que es la labor solidaria que llevan a cabo estos trabajadores y dicha organización que, según dice, llevan a cabo una labor encomiable en la sociedad ayudando a los más desfavorecidos.

El último escándalo del que hemos tenido noticia y que debería remover la conciencia de tantos feligreses, ha sido la negativa de Zornoza a ceder el centro Hogar Residencia Nazaret para acoger a un centenar de menores no acompañados que se encontraron totalmente desamparados, teniendo que dormir algunos de ellos en el polideportivo y muchos otros en la misma calle. Fue el propio gobierno ceutí quien solicitó a la Iglesia este centro que se encuentra abandonado y cerrado desde que en 2015 los ancianos que vivían en él fueron trasladados a otra residencia, ya que el pasado julio la Asamblea de Ceuta aprobó que se solicitara a todas las administraciones públicas y entidades que pusieran a disposición sus espacios fuera de uso para estos menores no acompañados situados en Ceuta, para de esta forma cubrir sus necesidades básicas. Tal es el cortijo que tiene montado Zornoza y del que se cree y dejan ser dueño, que ha dado como respuesta un rotundo no sin más explicaciones. Una escasa empatía que al parecer es contagiable, porque el Ministerio de Defensa tampoco puso a disposición sus cuarteles en desuso para esta humanitaria causa.

Este inmenso rechazo hacia los menores inmigrantes no es de extrañar viniendo de alguien que gira en la órbita del partido ultraderechista por excelencia, de ahí que su responsable de Fundaciones, Agustín Rosety, fuera en las listas de dicho partido en las últimas elecciones generales y hoy es diputado por Vox. Es un ataque continuo el que este partido lleva a cabo contra los menores inmigrantes, donde hemos visto campañas con bulos y mensajes de odio hacia este colectivo que tan discriminado se encuentra, intentando dar de ellos una imagen cruel e irreal, deshumanizada, para que la población sienta un rechazo hacia el mismo. Precisamente, miembros cercanos del círculo de Zornoza que hablan desde el anonimato para no sufrir represalias por el mismo, cuentan como el obispo ve a estos menores desamparados como delincuentes que deben ser devueltos, y eso es lo que intenta vender al resto de la población. Desde luego es para reírse, si no fuera porque es un tema muy serio, que precisamente el obispo Zornoza se atreva ni tan siquiera a acusar injusta y falsamente a esos niños de delincuentes, cuando es él quien está denunciado por no presentar transparencia en su gestión, quedando en entredicho sus acciones y no aclarando a dónde ha ido a parar alguna que otra suma de dinero. Acusación tras acusación que cae en saco roto, porque como respuesta, solo obtenemos un absoluto silencio, por parte de él y de la Iglesia.

No es un caso aislado. Son numerosas las irregularidades de la Iglesia que salen a la luz, y todo apunta que son muchas menos de las que quedan ocultas. “La dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad” que son los cuatro principios principales de la doctrina social de la Iglesia quedan en un mero chiste cuando somos testigos de tales inhumanos actos, y nos hace preguntarnos donde está esa solidaridad que tanto predican pero que no son capaces de llevar a cabo, donde esta ese amor al prójimo del que hablan en sus misas cuando pasan el cepillo, donde está esa misericordia y compasión que tanto leen de su libro si después son tan hipócritas de dejar a niños abandonados en las calles mientras que ellos tienen edificios vacíos.

Dicen con acierto sobre la Iglesia que esta primero creó a los pobres y luego inventó la caridad. En el caso del obispo de Cádiz, ni siquiera llegó a la segunda parte.

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