¿Anticlericalismo mío? Más bien amor a unos edificios que por la voracidad recaudatoria de la Iglesia se han convertido en museos, en espacios ajenos a la religión y a la vida de las ciudades en las que se encuentran

La Catedral de León
Julio Llamazares El País, 15 de agosto de 2020
Mucho le molestó a la Iglesia, en especial a algunos obispos, el titular de una entrevista que me hizo este periódico con ocasión de la publicación del segundo tomo de mi viaje por las catedrales españolas: “La Iglesia ha secuestrado las catedrales”. Algún deán hubo, incluso, que me acusó de anticlerical pese a mi demostrado interés por esos edificios religiosos que construyen sobre la geografía de los países cristianos su identidad junto a otros militares y civiles. Diecisiete años dedicados a la contemplación de todas las catedrales españolas y 1.200 páginas a contar después sus maravillas y secretos no fueron suficientes para algunos a la hora de calibrar mi pasión por ellas
Mi declaración se refería a un fenómeno que es el de la tendencia de los cabildos catedralicios a cerrar las puertas de las catedrales para poder cobrar por su acceso con la excusa de su mantenimiento; un fenómeno que yo había visto nacer y desarrollarse a lo largo de los años en los que las recorrí: cuando comencé mi viaje, apenas media docena de ellas cobraban por visitarlas y hoy prácticamente lo hacen ya todas. Convertidas en museos, las catedrales han perdido así su verdadero sentido, que es el de ser lugares de culto, además de reunión y asilo. Hoy sólo entran en ellas los turistas y los contrayentes e invitados a las bodas que las utilizan como decorados, pagando por ello una cantidad, cómo no. Read the rest of this entry »