Coronavirus, ciencia y religión

agosto 2, 2020

El olvido de Dios

Copia bombardeada en 1807 de «Defensor pacis», Marsilio de Padua / Fuente

Víctor Moreno, Nueva Tribuna, 2 de agosto de 2020

Como dijo el converso Chesterton, “gracias al pecado original todas las edades quedaron fracturadas”. Menos mal que Jesucristo vino al mundo para redimirnos de semejante mierda raigal.

Tampoco es necesario un integrista religioso para caer de bruces en este tipo de explicaciones providencialistas. Rara vez el creyente, sea fundamentalista o progresista -si tal cosa es posible en materia religiosa-, se libra de utilizarlas. Los representantes de Dios y su familia en la tierra, a los que Marsilio de Padua llamaba usurpadores, caso de los papas y de los obispos, jamás han logrado eludir dicho principio de causalidad, convirtiendo el mal a secas en un mal moral o religioso.

En definitiva, el olvido de Dios es el origen de toda desdicha humana.

Parece lógico que el creyente sea incapaz de desentenderse de esta perspectiva y que acepte que una pandemia sea un mal a secas. Para él seguirá siendo un mal moral advenido por la nula fe en Dios. Pero las relaciones de Dios con el mal en el mundo siguen dando muchos quebraderos de cabeza a los buenos creyentes. Algunos aceptarán tímidamente que El poco o nada tiene que ver en la irrupción de esta pandemia, pero, congruentes con su fe, terminarán confesando que “ello forma parte de sus planes inescrutables” y como son inescrutables, a ver, quién los “desinescruta”. Y lo que a ningún creyente de buena fe le quitará nadie de su mollera es que, en su relación con esta Inescrutabilidad,encuentra un placebo mucho dulce que el paracetamol o la penicilina, sea para frenar el dolor o la muerte de un familiar: “Dios nos lo dio; Dios nos lo quitó. Alabado sea su santo Nombre”.

¿Debate entre ciencia y religión?

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