• Financian a la institución todos los contribuyentes y no sólo los que marcan la cruz, que no ponen ni un euro más sino que deciden cuánto se pone entre todos.
• El modelo no supone la autofinanciación de la Iglesia, que aún queda lejos y que recibe fondos públicos a través de muchas otras vías.
• La mayor parte de lo recaudado va al sostenimiento de su estructura

Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal. E.P. / InfoLibre
Ángel Munárriz, InfoLibre, 7 de abril de 2018
Ya está en marcha la campaña de la declaración de la renta. Y hay que decidirse. ¿Marco la casilla de la Iglesia? ¿Marco la casilla de fines sociales? ¿Las marco ambas? ¿No marco ninguna? La Conferencia Episcopal ha lanzado, como cada año, una potente y vistosa campaña, Xtantos, para animar a marcar ambas casillas. Aunque en la campaña hay abundante información, no está toda. infoLibre aporta seis verdades que o no aparecen o no son fáciles de comprender con los materiales de la campaña eclesial.
1. PAGAN TODOS LOS CONTRIBUYENTES
Ateos, musulmanes, agnósticos, judíos, evangélicos y hasta rabiosos anticlericales. Todos los contribuyentes, todos,independientemente de sus creencias, aportan dinero de su renta a la financiación de la Iglesia católica. Lo deseen o no. Marquen la equis o no. Los contribuyentes que lo desean, cabe suponer que en su mayoría católicos, marcan la equis de la Iglesia y, con ello, declaran su voluntad de que se aporte el 0,7% de la recaudación a la financiación de la Iglesia. Aportan a la Iglesia católica un 0,7% de su cuota fiscal, mientras el 99,3% restante va al Estado. O sea, no ponen más dinero de su declaración, ni se les devuelve menos. Por cierto, ese 0,7% no tiene nada que ver con el 0,7% de ayuda al desarrollo que históricamente se ha pedido para los países pobres.
Lo que va a la Iglesia se detrae, en una cantidad establecida en función el número de equis marcadas en total, de la masa total recaudada por Hacienda. Es dinero público, no de los fieles, aunque se establezca en función de lo que decidan los fieles. El contribuyente que pone la cruz no aporta más de su bolsillo. Su gesto determina que vaya a la Iglesia dinero que no irá a otras partidas: educación, sanidad, defensa, carreteras…
En una entrevista en 13TV, televisión financiada parcialmente con el dinero que el Estado recauda para la Iglesia vía IRPF, el vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, Fernando Giménez Barriocanal, lanzaba un mensaje muy claro para tratar de convencer al máximo número de fieles durante la campaña de la renta del año pasado. Su gesto “no les cuesta más”, afirmó. “No les van a devolver menos”, dijo. Es un mensaje que forma parte del argumentario de los portavoces de la Iglesia para animar a marcar la equis. Pero, al mismo tiempo, también agradece la “generosidad” de los que ponen la cruz, como hizo el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, en la presentación de la memoria económica del año pasado, también durante la campaña. El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, también alude a la “generosidad” de los creyentes cuando marcan la equis, pese a que no aportan más de su dinero.
Otra idea resbaladiza que maneja la Conferencia Episcopal es que, marcando o no la equis, se adopta una decisión de cada cual con sus impuestos. Así lo expresaba Giménez Barriocanal en 2016: “Es una buena manera de hacer el bien. Para que se lo quede [el ministro de Hacienda en funciones, Cristóbal] Montoro y haga lo que quiera, por lo menos yo decido que una pequeña parte de mis impuestos los destino a hacer el bien”. ¿Mis impuestos? Como hemos visto, no es así exactamente.
Hay una fórmula de asignación tributaria distinta, que la Iglesia española nunca ha querido. Se trata del modelo alemán. En Alemania el impuesto religioso, o Kirchensteuer, supone un recargo individual en los impuestos estatales sobre la renta y los rendimientos de trabajo personal. Dicho impuesto abarca entre el 8% y el 10% de la cuota tributaria. Ahora bien, si no quiere pagarlo el ciudadano que lo desee puede renunciar expresamente a la confesión religiosa. Como consecuencia de ello, pierde el derecho a recibir asistencia espiritual. Pero también deja de aportar dinero. Es un modelo que exige una apostasía para dejar de pagar. A priori se aporta, pero un gesto de abierto abandono de la confesión supone el fin de la aportación. Y cada cual paga lo suyo.