Las sectas religiosas desde dentro: así se aprovechan de la debilidad y la pandemia para captar adeptos

mayo 1, 2021

El coronavirus favorece el discurso apocalíptico de grupos religiosos que ofrecen la salvación en tiempos difíciles. Con la fe como excusa, el objetivo es anular la identidad de los fieles y obtener su dinero.

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El Centro de Ayuda cristiano, martes 27 de abril, durante la terapia de sanación / Lucía Franco

David Vázquez / Lucía Franco, Público, 1 de mayo de 2021

El pastor Pablo domina el escenario. No lleva mascarilla pero, lejos de quedarse en su atril o de predicar desde el altar, se mueve de un lado a otro frente a los bancos de la primera fila. Antes que una actuación improvisada, da la impresión de ejecutar una estudiada coreografía. No hace un solo gesto al azar: levanta los brazos y, con las palmas de las manos mirando al cielo, modula el tono de voz, busca la mirada de los fieles y, de cuando en cuando, lanza alguna pregunta que estos no dudan en contestar con un amén. Cualquier cosa, antes que perder la atención del público. 

Corren los primeros días del mes de abril en Madrid y el discurso del pastor del Centro de Ayuda Cristiano, que se encuadra dentro de un tipo de sesión que recibe el nombre de “terapia del amor” (especialmente indicada para solteros en busca de la pareja adecuada o para parejas en crisis, explican los folletos), gira alrededor del pasaje del Antiguo Testamento en el que Abraham viaja a Egipto junto con su esposa Sara con terribles resultados. Para el pastor Pablo, la conclusión es clara: Egipto, entonces tierra opulenta, representa comodidades del día a día como internet o las redes sociales. Éstas, predica el pastor, ponen en peligro las almas y las parejas porque conducen a vicios como la pornografía. Existe, sin embargo, una puerta abierta a la salvación. Justo la que ellos ofrecen: “A veces las personas se equivocan. Yo también me equivoqué. Pero Dios es un Dios del perdón”, explica el pastor sin apartar un instante la vista de sus fieles. De cuando en cuando, una pregunta: ¿amén? El casi medio centenar de personas congregadas en el centro responde sin que asome menor atisbo de duda, como un solo hombre: amén.

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