Extremadura tuvo también a finales del siglo XIX su particular persecución religiosa contra quienes se atrevieron a dar publicidad a lo que inicialmente comenzó siendo una teoría, la de la evolución, que ahora cumple 160 años.

Etiqueta de las botellas de anís “El mono”, que ridiculizaba a Darwin, caracterizándole como un mono, por su Teoría de la evolución
Chema Álvarez Rodríguez, El Salto, 29 de noviembre de 2019
Ahora que la Iglesia católica española anda ojo avizor ante el riesgo de perder esos privilegios que ha convertido en derechos por su santísima voluntad, cabe recordar -con motivo del aniversario el pasado 24 de noviembre de la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Darwin – que Extremadura tuvo también por aquel entonces su particular persecución religiosa contra quienes se atrevieron a dar publicidad a lo que inicialmente comenzó siendo una teoría, la de la evolución, y finalmente se ha convertido en un hecho, el evolutivo, comprobado mediante evidencias científicas difíciles –por no decir imposibles- de refutar.
El catedrático de Física y Química y director del Instituto de Badajoz Máximo Fuertes Acevedo publicó El darwinismo. Sus adversarios y sus defensores, libro que le costaría la dirección del mismo Instituto
En el año 1883, el catedrático de Física y Química y director del Instituto de Badajoz Máximo Fuertes Acevedo publicó un libro, El darwinismo. Sus adversarios y sus defensores, que a la larga le costaría la dirección del mismo Instituto. Al año siguiente, en 1884, el ministro de Fomento, de quien entonces dependía la enseñanza en España, le destituyó como director acusado de haber retirado los signos confesionales del Instituto, acusación que respondía a la campaña de descrédito orquestada contra su persona por el canónigo de Badajoz Ramiro Fernández Valbuena, quien a través de sus críticas y sátiras publicadas en el ultramontano periódico El Avisador de Badajoz arremetía contra krausistas, darwinistas y librepensadores. Bajo el seudónimo de Clara de Sintemores, el canónigo escribía sátiras como ésta:
El amebo o amiba
Que del agua nació con alma viva
Cuando le dio la gana,
en pez se transformó si no fue en rana
Ensanchando más tarde sus pellejos
Formó varios bichejos.
De estas transformaciones como fruto
Resultó el Director de un Instituto.
Si éste sigue la norma
Veremos en qué bicho se transforma. Lee el resto de esta entrada »