Cien años se cumplieron el pasado viernes del fallecimiento de Rosario de Acuña, que prohibió todo acto o noticia por su deceso

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Macrino Fernández, La Nueva España, 8 de mayo de 2023
El pasado viernes se cumplieron cien años de la muerte de Rosario de Acuña y Villanueva, que falleció en su casa de El Cervigón el 5 de mayo de 1923, como consecuencia de un derrame cerebral que le sobrevino mientras trajinaba por su casa. A pesar de que a la mañana siguiente no apareció mención alguna en los periódicos (“Prohíbo terminantemente todo entierro social, toda invitación, todo anuncio, aviso o noticia ni pública ni privada, ni impresa, ni dada de palabra que ponga en conocimiento de la sociedad mi fallecimiento”), la noticia corrió por la ciudad, razón por la cual muchas fueron las personas que se acercaron hasta El Cervigón para rendirle su último homenaje.
Aquel primer domingo del mes de mayo amaneció lluvioso, lo cual no fue obstáculo para que numerosos gijoneses, integrantes del pueblo llano, del que vive, como ella ha vivido en los últimos tiempos, en las estrecheces cotidianas, se dieran cita a las puertas de su casa para despedir a aquella vecina ejemplar que, renunciando a las comodidades que su cuna le había brindado, se dedicó a luchar por la libertad de conciencia y a defender a los más desfavorecidos. La lluvia tampoco impidió que fueran muchas las mujeres que, abandonando su reducto doméstico, se echaron a la calle para para decir el último adiós a aquella gijonesa que, “siendo mujer, se atrevió, en España, a vivir como persona y por su cuenta”, para testimoniar su gratitud a aquella compañera que había luchado los últimos cuarenta años de su vida por la dignidad de todas ellas.
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