En la consulta de “final de la vida” en el hospital público de la ciudad de Lieja, ubicada en Bélgica, los pacientes le comunican al doctor Dama su deseo de acabar con ella y con el sufrimiento moral y físico
Impresionante documental, de lo mejor que se ha hecho sobre eutanasia y sobre su piedra angular: la deliberación. Nos presenta cómo es la deliberación en la consulta, en dos sesiones clínicas, se escucha una despedida y un testimonio de la muerte voluntaria de Clara, una joven de 24 años, que es tremendo, por su claridad, por su dureza y porque nos demuestra que la eutanasia es un acto de amor. ¡Imprescindible!
Resumen:
El médico François Damas es el que conduce el documental. Entrevista a la Sra. Hox, que padece ELA y ahora que tiene el visto bueno para morir está mucho más tranquila, y espera la muerte con una sonrisa. El Sr Dereppe, con varias enfermedades graves, apenas camina 10 o 15 metros y prefiere morir a deteriorarse poco a poco y ser dependiente.
Cuatro testimonios acusan a Francisco Armell, rector del internado en los setenta: “Me dio una pastilla y me desperté al día siguiente en su cama”. Tras ser denunciado por un alumno, fue enviado 30 años a República Dominicana y Puerto Rico
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Íñigo Domínguez, El País, 21 de septiembre de 2022
Esta es la historia de tres amigos y de cómo su vida quedó marcada por los abusos que dos de ellos sufrieron en el internado del seminario menor de los carmelitas en Vila-real (Castellón) en los años setenta, a manos del rector del centro, Francisco Armell Benavent, ya fallecido. Los tres han contado su historia a EL PAÍS entre 2018 y 2022. Pero de los tres amigos solo queda uno. Los otros dos han fallecido. Muchas personas que escribieron a este diario desde que empezó su investigación de la pederastia en la Iglesia española, en 2018, no superaron la pandemia o una enfermedad y no les dio tiempo a ver su caso publicado, como era su deseo, pues a este diario llegaron cientos de mensajes y el trabajo para publicarlos ha sido ingente. El último de esos tres amigos, que aún mantiene la memoria de lo que pasó, se llama Juan Luis Chueca. Él no sufrió abusos, pero sus amigos se lo contaron. Ahora es el que recuerda por los otros dos, Emilio Alventosa y Julián Sarrión, para que se sepa la verdad y por la memoria de sus compañeros. Además, EL PAÍS ha recabado un cuarto testimonio de otro exalumno. Chueca fue el primero que lo denunció a la orden en 2021. Acusó también a un segundo religioso, de iniciales L. G., que llegó a ser superior de los carmelitas. Se encontraba el año pasado en una parroquia del centro de Madrid y fue apartado del contacto con menores como medida cautelar.
Ocho víctimas denuncian a ocho religiosos de la orden en Pontevedra, entre los que se encuentra su padre espiritual, por abusar de ellos durante 20 años mientras les obligaban a confesar sus pecados
Juan Julio Alfaya, víctima de abusos sexuales de pequeño por parte del jesuita Modesto Vázquez González, en Vigo / ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS)
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PAOLA NAGOVITCH, LUCÍA FORASTER GARRIGA, El País, 14 de mayo de 2022
Hace más de medio siglo, en el Colegio Apóstol Santiago de Vigo, de la orden de los jesuitas, el padre Modesto Vázquez González era el responsable de guiar a los pequeños hacia la fe del Señor. Lo hacía a través de su cargo como padre espiritual, que ejerció entre 1954 y 1963. Pero en realidad, más que hacia la fe, que casi todas sus víctimas acabaron perdiendo, guiaba a los niños hacia sus brazos. Los encerraba en su despacho y, con la excusa de confesarlos, abusaba de ellos, según relatan varios exalumnos del centro. Juan Julio Alfaya es uno de ellos: “Durante las confesiones me abrazaba, me arrimaba la cara, como si fuéramos novios. Me decía que me quería mucho”, narra. El padre Vázquez González no es el único acusado. En total, ocho víctimas han relatado a EL PAÍS que sufrieron abusos sexuales en este colegio a manos de ocho jesuitas. El modus operandi, describen, era siempre el mismo: confesiones forzadas y “toqueteos”. Los chicos tenían entre seis y 14 años, y los testimonios se extienden desde la década de los cincuenta hasta la de los setenta.
Para Alfaya, de 78 años, lo peor de aquellas agresiones en el despacho de Vázquez González fue la confusión posterior. “Durante los primeros cursos que pasé allí se portó muy bien conmigo. Pero un día, en 1957, a mis 13 años, en su oficina, me pidió que me desabrochase el cinturón, me bajó la bragueta y me empezó a meter la mano por el culo. Yo me asusté, y me escapé, salí corriendo del cuarto. Llegué a clase totalmente confuso”. A Alfaya, todo aquello le conmocionó. “Era mi mejor amigo. Ese fue mi grave problema. No me llegó a violar, ni yo le di tiempo a que pasara a tocarme los genitales. Me escapé antes, pero el daño afectivo fue enorme. Era un niño falto de cariño, con una familia disfuncional, con problemas en los estudios. Y él se preocupaba por mí”, cuenta. “Tuve muchísimos problemas luego con mi sexualidad. Además, te crea, si eres creyente, problemas con tu relación con Dios. Si un sacerdote es el representante de Dios, ¿cómo me puede hacer esto?”, subraya.