Vida Nueva recordaba hoy en un artículo, -que firma José Beltrán-, “Javier Marías: el día que el (casi) Nobel fue censurado por atacar a la Iglesia”, al recientemente fallecido Javier Marías rememorando una columna (la que aquí reproducimos) que, allá por octubre de 2002, fue censurada en ‘El Semanal’, suplemento dominical perteneciente al Grupo Correo. Del escritor destaca “su anticlericalismo confeso, ateísmo declarado y malas pulgas ante cualquier mínimo olor a incensario”.

Javier Marías, javiermarias.es, 12 de septiembre de 2022
Mi arrojado vecino el Duque de Corso(1) se ha topado con la Iglesia últimamente, o más bien con sus beatas y monaguillos más coléricos. Durante semanas he asistido a la furia de los lectores, bien representada aquí en la sección de cartas, y luego he leído, hace dos domingos, el eco que se hacía Pérez-Rafferty de las que no han visto más luz que la de sus fatigados, hartísimos ojos (“Resentido, naturalmente“, tituló su columna). No pretendo terciar, cada cual libra las batallas que elige y al Capitán Sadwing no le hace falta ayuda en las suyas, ya pega mandobles y suele cargarlos de razón, encima. Pero la larga escaramuza me ha llevado a reflexionar un poco (no suelo: encuentro el tema carente de todo interés) sobre esta Oficial y Privilegiada Iglesia de nuestro país, aconfesional país en teoría. Y, de paso, sobre mi relación con ella y con las religiones en general.
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