El factor religioso en el maltrato a mujeres mayores: “El matrimonio era para toda la vida y todos los hijos que te diera Dios”

Una investigación del Emakunde con entrevistas a mujeres víctimas de violencia de género de entre 65 y 95 años concluye que una de cada cuatro mujeres mayores en Euskadi ha sido víctima de violencia machista

Miren Elgarresta, directora de Emakunde, Instituto Vasco de la Mujer junto a los autores de la investigación Iratxe Herrero y Carlos Díaz de Argandoña / IREKIA
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Maialen Ferreira, El Diario, 5 de julio de 2023

La religión, en concreto la católica, es uno de los factores de riesgo de maltrato en mujeres mayores en Euskadi. La socialización de las mujeres que hoy en día tienen más de 65 años, se basaba en dos instituciones sociales estrechamente unidas en el contexto sociopolítico: la escuela y, de manera más intensa, la religión, en concreto, la católica, cuyos ritos formaban parte de las costumbres sociales, llegando al punto de convertirse en un elemento de control social del comportamiento público y privado. “Cuando yo era joven, el matrimonio era para toda la vida y todos los hijos que te diera Dios. Fui a contarle al cura de mi pueblo que mi marido me pegaba y me dijo que igual que Cristo llevó su cruz con dignidad que, si era yo buena cristiana, hiciera yo lo mismo con mi matrimonio”.

Este es uno de los testimonios de 13 mujeres vascas de entre 65 y 95 años que reconocen ser víctimas de violencia de género. Todas ellas tienen historias de violencia de larga duración, con una media de 46 años, en un intervalo que comprende desde los 35 a los 53 años. Una de ellas aún sigue casada y está viviendo con su agresor, mientras que el resto ha logrado finalizar la relación de maltrato, cinco de ellas tras una separación o divorcio y las siete restantes por el fallecimiento de su pareja. Dos de ellas han sido víctimas de violencia de género ejercida por dos parejas diferentes a lo largo de su vida.

Todas estas historias de vida se recogen en la investigación Violencia de género y mujeres mayores en la Comunidad Autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca, realizada por Iratxe Herrero y Carlos Díaz de Argandoña gracias a una beca concedida por el Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde). El estudio cuenta con documentación y archivo, además de las entrevistas a las trece mujeres, a personas de su entorno y a profesionales del ámbito de la violencia de género, que concuerdan entre otras cuestiones, en que la religión tuvo un papel importante en la sumisión de estas mujeres. “No se ha hablado lo suficiente del daño que ha hecho la religión y, en especial, algunos directores espirituales con las mujeres como mi madre, para quien tenía un gran peso lo que él decía y luego nos lo transmitía a nosotras”, recoge el estudio como testimonio de la hija de una de las afectadas.

“La religión ha tenido un papel fundamental en la educación recibida y en transmitir ideas que justifican el papel sumiso de la mujer: la mujer en casa, manteniendo el hogar, con hijos, sumisa al marido”, asegura en la investigación una profesional del sector, que recuerda también que se trata de una violencia machista “invisible”.

«La religión ha tenido un papel fundamental en la educación recibida y en transmitir ideas que justifican el papel sumiso de la mujer«

El documento hace una estimación orientativa sobre la dimensión de la violencia de género que sufren las mujeres mayores en Euskadi y concluye que una de cada cuatro mujeres mayores, es decir, un 23,4%, ha sufrido violencia de género en algún momento de su vida, mientras que un 5,7% lo sufre actualmente. La cifra asciende a un total de 67.559 mujeres mayores que han sufrido algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida y aproximadamente 16.456 la están sufriendo actualmente.

La directora de Emakunde, Miren Elgarresta, durante la presentación del estudio que ha tenido lugar este martes en Vitoria, ha destacado la importancia de visibilizar la “especial vulnerabilidad de las mujeres mayores ante la violencia machista”, ya que “su visibilidad contribuye a la detección de casos y a facilitar su acceso a las a recursos especializados”. “A pesar de que las mujeres mayores son diversas y no todas responden a un mismo perfil, se puede hablar de una especial vulnerabilidad debido a factores asociados a su edad. Son mujeres que en su mayoría no han disfrutado de autonomía económica; han vivido en el pasado una época en la que debían pedir permiso a sus maridos para trabajar, para abrir una cuenta corriente o para salir al extranjero; en esa época la violencia contra las mujeres era un problema personal, de puertas adentro, y no, social como lo es hoy; y, en su mayoría, se han dedicado casi al completo al cuidado de las demás personas y sin espacios para el ocio y el disfrute personal”.

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El alcoholismo, un atenuante a la responsabilidad del maltratador

Otro de los factores de riesgo en la violencia machista que destaca el estudio es el alcoholismo de los agresores, ya que, en muchas ocasiones, el consumo del alcohol llega a justificar, de alguna manera, las agresiones psicológicas y físicas sufridas por estas mujeres. “El consumo de alcohol es un aspecto destacado de los agresores de esta edad. Este consumo que, en ocasiones, va asociado a otras adicciones como el juego, causa o potencia los comportamientos violentos, especialmente los de mayor intensidad y los que tienen un componente físico o sexual de los que tampoco escapan las hijas e hijos como receptores de la violencia de pareja. Sin embargo, en el caso concreto del consumo de alcohol, esta adicción suele considerarse por parte de algunas mujeres —y, en muchas ocasiones también de los hijos e hijas y del resto de familiares—, un atenuante de la responsabilidad del maltratador, a quien se considera más un enfermo que un agresor. Esta mayor tolerancia social ante este tipo de consumo también podría explicarse porque era una forma de relación social aceptada como propia de los hombres de esta generación”, detalla el estudio.

«Me tiene que matar antes que yo de el paso de separarme, porque mis creencias son importantes para mí, mi religión»

A los factores anteriores, según prosigue la investigación, se une el hecho de que el divorcio no fuera una opción hasta su aprobación en 1981. Sin embargo, una vez aprobada la ley el fin legal de los matrimonios se producía tras un largo y complejo periodo de separación que incluía diferentes requisitos, como demostrar que la reconciliación no era posible. La reforma normativa que facilitaba el trámite no se produjo hasta 2005 , época en la que muchas de estas mujeres ya habían vivido la mayor parte de su vida como víctimas, detalla el texto. “Yo me he encontrado con mujeres mayores que no se separaron por sus fuertes convicciones religiosas. Recuerdo una especialmente que me decía: ‘Me tiene que matar antes que yo de el paso de separarme, porque mis creencias son importantes para mí, mi religión… esto del matrimonio es para toda la vida. Y esto es lo que yo tengo que aguantar’”, asegura una de las mujeres entrevistadas.

El estudio destaca que las asociaciones tienen un papel importante en la respuesta social a estas víctimas mayores porque desempeñan varias funciones que resultan clave en la atención dada a estas mujeres: ofrecen espacios informales de interacción que permiten establecer los vínculos necesarios para crear un clima de confianza que facilite cualquier actuación dirigida a estas víctimas, tanto para identificar casos como para desarrollar actividades de sensibilización, información e intervención. Ofrecen espacios de respiro para aquellas mujeres que todavía mantienen la relación de pareja. Son un complemento necesario a la labor realizada por el sistema de recursos de la red formal de atención.

No obstante, alerta de que existen perfiles de mujeres mayores víctimas de violencia de género especialmente vulnerables: las mujeres muy mayores -que superan los 80 años-, las que viven en el medio rural y las que no acuden a los recursos de atención o a las asociaciones. Para estos casos y para todos los demás, en general, la investigación recomienda integrar el enfoque gerontológico y el enfoque de género en el diseño de los recursos dirigidos a las mujeres mayores víctimas de violencia de género y a las personas mayores, así como reforzar y perfeccionar el proceso de detección de casos y, por último, adaptar los protocolos de actuación a la singularidad victimológica de estas mujeres.

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