…En nuestro país es urgente luchar por soluciones inmediatas para mucha gente, si no el asistencialismo caritativo crecerá …
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Antonio Gómez Movellán, Observatorio del Laicismo, 22 de octubre de 2021
Cáritas es una organización social de la iglesia católica cuasi intocable y es sacralizada por una parte del catolicismo más popular y por los medios de comunicación y también es exaltada por una parte de la sociología que, a través de la fundación de Cáritas – Foessa, impulsa estudios de apariencia crítica y alternativos y sin embargo Cáritas, desde que la dictadura le encargó el reparto de la leche en polvo americana en los años cincuenta, es una institución a menudo presidida por gente de orden, por policías y militares; sin ir más lejos el actual presidente, Manuel Breton, es un teniente general que ha sido secretario personal del Rey Juan Carlos I y quien sustituyó al exdirector general del policía Rafael del Rio quien hizo una extraña carrera desde la brigada político social del franquismo a presidente de Caritas.
En la actualidad Cáritas maneja un presupuesto cercano a los 400 millones de euros proveniente, en gran medida, de las subvenciones públicas. La primera crítica que se puede hacer es la siguiente: se hace caridad cristiana con dinero público, algo que viola la neutralidad confesional que deberían mantener las Administraciones Públicas. Muchas de las subvenciones de Cáritas las recibe por ser Cáritas y sabemos que, en España, mucho dinero que trasiega por las organizaciones no gubernamentales no es debidamente fiscalizado; piénsese, por ejemplo, en los escándalos de la Cruz Roja en tiempos de la socialista Carmen Mestre. Otra reflexión de fondo que cabe hacerse es si es aceptable que la filantropía privada se financie con fondos públicos en un país donde prestaciones sociales básicas no están garantizadas para todos los ciudadanos.
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