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Alejandro Ortea, La Nueva España, 16 de julio de 2022
Una de las pocas cosas positivas de esta Corporación es que haya puesto las cosas en su sitio respecto a la necesaria separación del órgano de gobierno de la administración local de cualquier confesión religiosa, en particular de la católica por ser la predominante y más influyente en nuestro país. No era de recibo que a ciertas funciones religiosas asistieran integrantes de la corporación -gobierno u oposición- en representación de la institución y que ocupasen lugares de honor. Es un error en el que cayeron todas las corporaciones municipales gijonesas hasta este mandato y ahora, por fortuna, está al caer un reglamento que ordene la necesaria laicidad a la hora de asistir a los actos religiosos de los representantes municipales. Ya proliferan bastantes fenómenos fantasmagóricos en las oficinas consistoriales como para añadir actividades supersticiosas a las que asistan los ediles como tales. También llama la atención la presencia de representantes del ejército y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado uniformados con guante blanco y toda la pesca.
Cuándo esos concejales que tanto se encocoran con estas sanas medidas de convivencia se percatarán que hay ciudadanos a los que ofenden las cuestiones confesionales y que, además de una mayoritaria durante siglos, hay otras confesiones que se sentirán arrumbadas porque los representantes del pueblo no asistan a sus servicios religiosos. No. Aconfesionales y laicos. Completamente. Cosa distinta es que un representante público no asista de modo estrictamente particular a una actividad religiosa o que los profesionales uniformados participen, igualmente de manera privada ataviados de civiles.
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